Hasta hace un par de años yo no sabía nada de Linux. Había visto un pingüino por ahí pululando, pero bien podía haber creído que era el logotipo de una empresa de helados.
Yo, que para bien o para mal, en esto de los ordenadores soy autodidacta, no tenía referencia ninguna, y como casi todo el mundo, pensaba que no había nada más allá de Windows.
Un día, por casualidad, cayó en mis manos un artículo sobre software libre. Quedaría bien citando al autor, pero sinceramente no lo recuerdo, y la verdad es que me pareció interesante, pero ahí se quedó; en el trastero de mi cerebro. Pensé que esas cosas raras eran solo para expertos, que yo bastante tenía con lidiar con el service pack dos y cosas similares.
Tiempo después, y gracias a los designios de Google y a mi natural curiosidad, tropecé otra vez con algo referido al software libre, esta vez se trataba de un sistema operativo que era gratis, que cada cual podía modificar a su manera, con miles de aplicaciones preparadas para todo el mundo y que se llamaba Ubuntu.
Ahí empezó todo, un día de lluvia, curiosidad, la Wikipedia, Ubuntu, Desmond Tutu, Sudáfrica, Mark Shuttleworth, Canonical, software libre, comunidad, colaboración… En definitiva, un mundo paralelo, una second life de la que yo nada conocía.
No te compliques la vida, me decía a mí mismo. Bastante te ha costado llegar hasta aquí como para empezar de nuevo.
Conseguí no hacer caso a ese canto de sirenas de un territorio libre, sin fronteras, donde todo era colaboración y comunicación. No te metas, esto huele a secta, pensé precavido. La semilla estaba plantada, divulga que algo queda.
Cuando el ordenador se me bloqueó por enésima vez, cuando la pantalla azul parecía reírse de mí a la cara. Cuando por todo tenía que pagar. Cuando encender el ordenador era cuestión de tomar un chocolate con churros mientras esperaba. Cuando el antivirus se pasaba la vida viajando por mis archivos. Cuando, en fin, mi santa paciencia se agotó, miré desafiante a Mr. Windows y le dije: te vas a enterar.
Dicho y hecho. Me puse a la tarea. Ahí empezó mi larga e intensa peregrinación. Primero fue Firefox, después OpenOffice, seguí con VLC. Esto lo acompañaba con incursiones en internet: OpenSUSE, Fedora, Debian, Ubuntu… y ahí descubrí lo más interesante: la comunidad. No eran una secta. Cientos, miles de personas estaban dispuestas a ayudarme y no me pedían nada a cambio. Hacía preguntas en foros y blogs y ¡me contestaban!
Gracias a gente como Cesarius, Magarto, Marcelo Ramos, Guillermo, Ceec y tantos otros, llegué poco a poco a comprender la trascendencia de lo que estaba aprendiendo.
Mi afición por la informática, por la tecnología y sus posibilidades creció, es cierto. Me vi capaz de hacer cosas que ni sospechaba que podría llegar a hacer. Todo fue tomando forma. Mi relación con el ordenador se transformó. Ya no me sentaba ante una máquina, miraba a través de una ventana marrón chocolate que me iba descubriendo cosas muy estimulantes. Sé que es un tópico, pero en este caso el tópico responde a la realidad: Ubuntu y todo el movimiento del software libre en general son mucho más que tecnologías aplicadas, que programas gratis, que sistemas operativos.
Como en muchas otras cosas, todos nos dejamos llevar y nos limitamos a aceptar lo que hay, a funcionar como dicen que funcionemos. Estudia, trabaja, cásate, ten hijos, usa tales marcas, compra estas cosas, lee estos libros, escucha esta música, ve estas películas, usa Windows. Pues no, me rebelé. Inauguré una nueva vida con un simple clic. Desinstalé Windows y con él un concepto de vida.
Software libre, comunicación con otras personas y países, compartir lo que sabemos, pertenecer a una comunidad sin perder la individualidad, las mejoras se logran más fácilmente si muchos colaboran, todos somos críticos de cine, todos recomendamos libros, películas, programas, lugares que visitar, todos opinamos sobre todo y todos. Unos corregimos a otros y, al final, el resultado es mejor. Todavía existen empresas cuyo objetivo principal no es el lucro.
Escribo, colaboro, traduzco, leo, comparto, me comunico, opino, aprendo y disfruto.
¿Será esto el socialismo y Marx estaba equivocado?
Hoy veinticuatro de abril se libera una nueva versión de Ubuntu.
Haz clic.
Deja un comentario