Baltasar Garzón ha sido condenado a 11 años de inhabilitación y expulsado de la carrera judicial.
Creía, en un primer impulso, que sería capaz de derramar cientos de palabras para mostrar indignación, rabia e impotencia. Creía, en un primer impulso, que no habría suficientes adjetivos en el diccionario para calificar el atropello al que hemos sido sometidos. Creía, en un primer impulso, que no había nada nuevo bajo el sol que pudiera sorprenderme a estas alturas. Compruebo, sin embargo, con pasmo, que ya no me quedan palabras ni rabia. Leo una y otra vez el titular y mis ojos no acaban de acostumbrarse. Siento sobre todo abatimiento y tristeza. Siento vergüenza. Cuando algo parece tan evidente, uno se siente tonto explicándolo.
Decía Groucho Marx que jamás aceptaría pertenecer a un club que le admitiera como socio. Yo tampoco quiero ser parte de un mundo que permite que sucedan estas cosas. Que convierte en monigotes a sus habitantes. Que olvida siempre a las víctimas en beneficio de los verdugos. Que corta el cuello al que lo estira. Que calla al que habla y otorga al que calla.
Yo me bajo en la próxima. ¿Y usted?
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