Cuando uno lo escucha por primera vez no puede dejar de recordar a Nina Simone. Cuando uno lo sigue escuchando ya no piensa en nada más y se da cuenta de que todas las emociones están unidas en su voz. Algunos lo encuentran deprimente, yo lo encuentro divino. Cuando digo divino quiero decir divino. Esta voz no es de este mundo. Antony nos transporta más allá de la tristeza. El alma vibra al escucharle y no hay más remedio que cerrar los ojos y recogerse. Todas las emociones se funden en una sola que nos sobrecoge. El dolor y la esperanza cruzan misteriosamente sus manos y nosotros en medio, inmóviles, atrapados en un limbo vacío de tiempo, alcanzamos a entender lo que nunca podremos expresar con palabras.
Hace unos días lo estuve viendo y escuchando. Recuerdo nítidamente su imagen escondida tras el piano, el escenario oscuro y su voz que continúa clavada en mis oídos. Un extraño silencio se apoderó de todos los que estábamos allí. Era el único acompañamiento posible. Nuestra aportación evidente, el único marco imaginable para recoger algo de lo que Antony dejaba caer en el aire. Cuando todo acabó, cuando los que habíamos asistido durante dos horas a ese espectáculo de magia tuvimos que volver a la calle, a la gente, a los ruidos y al tiempo, ya no éramos los mismos. Estábamos encantados. Cuando digo encantados quiero decir encantados, no contentos, poseídos por el hechizo que de tiempo en tiempo se produce y que deja huellas indelebles en las afortunadas almas sensibles que toman ese alimento como lo que es: vida.
Espero que haya alguien que cuide de mí cuando muera, cuando me vaya. Espero que haya alguien que libere mi corazón, que le guste sostenerlo cuando esté cansado. Hay un fantasma en el horizonte. Cuando vaya a la cama, ¿cómo podré dormir al llegar la noche? ¿Cómo descansará mi cabeza? Oh, estoy espantado del lugar que hay justo entre la luz y ninguna parte. No quiero ser el elegido. Allí abandonado. Hay un hombre en el horizonte que desea que me acueste. Si sucumbo a sus pies esta noche, permitirá que descanse mi cabeza. Así que hay una esperanza de que no me asfixie o de que quede paralizado por la luz, y como un regalo caído del cielo, no quiero irme al final del horizonte. Espero que haya alguien que cuide de mí cuando yo muera, cuando yo parta. Espero que haya alguien que libere mi corazón y que me abrace cuando esté cansado…
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