Cuando aquieto mis ojos, ven cosas que no había cuando estaban en movimiento. Ven vida en los azulejos de las paredes, sombras que ahora se mueven, formas tomando forma de la nada, luz donde no la había. Cuando mis ojos se cierran, se abren a un mundo donde yo no dirijo la mirada. Las imágenes se agolpan bajo mis párpados y yo, sin gobierno, quedo atrapado en un lugar nacido tras la negrura. Allí, sin orden ni concierto, se mezclan seres imposibles que transforman hasta lo irreconocible lo cotidiano. Cuando mis ojos duermen, no descansan. Producen imágenes que inundan mis sueños de desconcierto. Pueblan las noches externa e interna de seres vivos que ninguna ley controla. Me llenan a la par de paz y desconsuelo. Cuando mis ojos se abren por la mañana, buscan la luz para apaciguar su conciencia. Con la luz comienza el movimiento y con el movimiento, el olvido.
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