Mi hermano pequeño

Hoy te he visto como te llevo viendo estos últimos años; agarrado siempre a una botella de cerveza. Hoy te he visto pero esta vez te has parado a hablar conmigo de nuevo. Hacía mucho tiempo que no lo hacías. Eres más joven que yo pero estás mas viejo. Las arrugas ya pueblan tu cara y me ha impresionado ver tu boca sin apenas dientes. No sé lo que te pasó. No sé lo que te hizo dar la vuelta a la esquina de la vida. No sé por qué abandonaste el mundo de los vivos para vivir entre tinieblas. Hoy has venido a ver a tu hijo. Lo sé aunque no me los hayas dicho. Tal vez él sea lo único que te aferra aún al mundo. A mi mundo.  Eras amigo de mi hermano. Hoy me lo has vuelto a decir y te lo agradezco. Querías decirme que te acordabas de él, que te acordabas aunque hayan pasado ya tantos años. Tantos son que me da vértigo pensarlo. Increíble que en tu mente nublada aún tengas sitio para él. Increíble que me hayas repetido cómo antes hacías su nombre, sus dos apellidos y la forma en que los amigos le llamabais. Me has dicho que sabes que está ahí, en algún sitio. No buscabas de mí nada. Detesto los prejuicios que me han hecho  alejarme de ti siempre que te veo. Sólo querías que supiera lo mucho que le querías. De seguirte la corriente he pasado a tener vergüenza de mí mismo, de saber que, a pesar de todos los pesares, eres mejor que muchos de los que seguro te desprecian.

He querido preguntarte qué te ha pasado, qué ha sido de tu vida. Por qué deambulas siempre solo. Por qué te tiraste de cabeza a ese agujero negro en el que vives. Por qué has cambiado el sol, el aire. los caminos, el mar y la tierra por una cerveza. Por qué pierdes los dientes, el pelo y el último soplo de vida. He querido preguntarte todas estas cosas pero no me he atrevido. Qué puede pasar en nuestra cabeza, qué puede hacernos la vida para partirnos en dos y quedarnos en tierra de nadie.

Me contabas como de pequeño me veías muy mayor. Yo era cinco años mayor que mi hermano. Entonces, cuando todavía el tiempo parecía nuevo, eso era todo un mundo. Me has vuelto a repetir que tú y todos tus amigos queríais mucho a mi hermano. A pesar del tiempo aún lo tienes presente. Me has dicho que tú piensas mucho en los muertos. Que cada uno tiene los suyos. Los tuyos son tu perro, tu abuelo y mi hermano.

Me he quedado helado. No podía responderte. Te veía allí parado, sujetando la botella. Nada más. Yo con las bolsas de la compra me he sentido ridículo. No era  capaz de hablar, de pedirte perdón por escapar, por el silencio y la cobardía. Me avergüenzo ahora de al menos no haberte dado las gracias por tus palabras. Palabras con olor a cerveza. Palabras que nadie te había pedido y tú me has regalado.

Lo mismo que has venido a hablar conmigo, te has ido. Seguías recordando los muertos. Has pensado en alto. Si tu hermano siguiera vivo igual ya no sería su amigo, tal vez la vida nos habría llevado por caminos diferentes. De hecho yo estoy en otro mundo. Pero murió y permanece conmigo. Como era entonces. Tu hermano pequeño.

En fin, son cosas mías, me has dicho. Y te has ido.

Yo he venido a casa. He dejado las bolsas de la compra en la cocina. Me he sentado en el sofá rojo de todos los días. He pensado en ti, en tu vida. En cómo eras y en cómo te veo ahora. He lamentado tantas cosas. He pensado también en mi hermano. Ya no le llevo cinco años. Ya son cuarenta y dos.

Sería bueno pensar que él sigue igual en alguna parte.

Para P.

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