Es la primera vez que la canción que más he escuchado en todo el año no es en inglés. Este año, un italiano se ha colado entre tanto genitivo sajón.

Cierra los ojos. Imagina algo alegre. Probablemente pensarás en el comienzo de algo, en vivir solo en los inicios, en la excitación de la primera vez, cuando todo te sorprende y nada te pertenece todavía. Pensarás en el olor de un libro nuevo, en el barniz aún fresco, en un regalo sin abrir, en el primer día de fiesta, en el veintiuno de marzo, en el primer abrazo, en un lápiz nuevo, en la primavera, en el miedo del estreno y el temblor del inicio.

Pero entre el principio y el final, allí, en medio, está todo lo demás. Y todo lo demás es un día y otro día en los que construir silenciosamente. Construir es poder y saber renunciar a la perfección. Pero lo cierto es que finalmente de cada historia recuerdas solo su conclusión. Igual que recuerdas la última copa o la última visión de un atardecer solitario, la reverencia y, finalmente, el telón.

Entre la espera y el final, entre la primera voluntad y el testamento, en medio, está todo lo demás. Y todo lo demás es un día y otro día en los que construyes silenciosamente, en los que puedes y sabes también renunciar a la perfección.

Te aprieto las manos ahora. Quédate aquí. La nieve caerá pronto.

Escucho, escribo y pienso que tiene toda la razón. Comienzos y finales, principios y fines que todo lo borran; unos nos ciegan con la ilusión y otros lo hacen con el recuerdo. El medio, el durante, queda siempre olvidado, perdido entre la algarabía inicial y el silencio final. Todo lo que hacemos, todo lo que construimos, está justo allí, en medio, oculto entre ilusiones y recuerdos.

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