Yo, de pequeño, creía que meditar era pensar detenidamente en cosas, en muchas cosas. Y, hete aquí, que después uno se entera de que la meditación consiste en no pensar en nada, en dejar la mente en blanco. La sensación más cercana a ese estado que conozco es la concentración. Yo, cuando estoy concentrado, salgo de mí, no soy consciente de que estoy y el tiempo fluye sin darme cuenta. Pero en el fondo yo sé que me engaño, que estoy pensando en uno, en algo, y uno es más lo contrario de nada que todo. Cuando uno piensa y divaga no se concentra y sin concentración no hay meditación. Cuando muchas ideas afluyen a nuestra cabeza, acaban por dominarnos y algo, no sé qué, nos controla desde dentro. Nos gobierna y acaba dándonos órdenes. Meditar es vencer a ese invasor que se ha hecho fuerte en nuestro cerebro, es callar la voz que oímos dentro de nosotros pero que no es nuestra, es cerrar los ojos y no ver nada, es diluirnos, desaparecer, es el silencio o tal vez la muerte. Meditar es lo contrario de lo que estoy haciendo: pensar, razonar, escribir, elucubrar y concluir. Quien medita no concluye puesto que nada ha empezado. Quien medita no piensa puesto que nada hay que pensar. Quien medita contempla y solo se contempla la nada.
- Haz clic para compartir en Enviar por correo electrónico (Se abre en una ventana nueva)Enviar por correo electrónico
- Haz clic para compartir en Imprimir (Se abre en una ventana nueva)Imprimir
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)Facebook
- Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva)X
- Haz clic para compartir en Bluesky (Se abre en una ventana nueva)Bluesky
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)Telegram
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)WhatsApp
Deja un comentario