Qué haces cuando no está, cuando la aguja del reloj detiene su marcha, cuando el sol es tan negro como el maldito petróleo. Dónde vas cuando tus pies luchan por quedarse y tus manos se aferran como lapas al pasado. Por qué después de un día llega otro igual, después de la noche amanece otra noche más densa y oscura. Por qué estás aquí y ahora. Te quieres ir pero las fuerzas no alcanzan, te quieres morir y no tienes agallas para dar el salto, quieres dormir pero tus ojos permanecen abiertos.
Te llenan de palabras de consuelo. Abrazos y besos te aturden. Las manos cerradas, los puños cerrados, las uñas en la carne. La sangre que no brota permanece helada, detenida, quieta. Sientes que ya nada sientes, el aire inmóvil te rodea y te aísla, las bocas a tu alrededor expulsan palabras, sonidos que tú percibes inconexos, sin sentido, ajenos al vacío que te llena.
Agazapado, el corazón helado por el miedo late débilmente. Cada latido es dolor, cada paso esfuerzo inconmensurable, cada minuto eterno, cada parpadeo cansancio y tras el cansancio nada. No hay reposo del guerrero. No hay consuelo en la distancia. No hay mañana en tu esperanza. Clavado en este miserable momento tan solo esperas que llegue, que algo pase, que el dolor estrangule la consciencia, que el viento te parta en dos y para siempre.
Y, a pesar de todo, hay otra mañana. Te levantas, desayunas y sales a la calle. A pesar de todo el sueño te vence y descansas. A pesar de todo vuelves a tener hambre. A pesar de todo los pasos que das te llevan a algún sitio, las palabras encuentran un sentido y el sol, estos días tan distante, vuelve a calentar tu cuerpo congelado. La inercia te lleva pero eres tú el que decide girar a izquierda o derecha, abrir la boca, cerrar los ojos, reír, llorar, gritar, soñar, pensar, decir, callar. La inercia te hunde en la nada pero eres tú quien se escapa y vive. A pesar de ella, a pesar de todo y de nada. Sabes, en fin, que mañana será. No importa lo que quieras. Sabes, sin atisbo de duda, que mañana te levantarás, te vestirás y volverás a pisar la calles. Sabes con certeza que los recuerdos llenarán tus bolsillos, que pesarán toneladas de lágrimas, que te tirarán al suelo, que no querrás levantarte. Sabes, aunque no quieras saberlo, que llegará otro verano y que tu abrigo será por fuerza mucho más liviano, que los recuerdos más que peso serán compañía y, al menos de vez en cuando, sonrisa.
Vecino, no sé qué escribirte. Quisiera, nuevamente, volar como la golondrina feliz, cruzar el océano y sentarme a tu lado y escuchar durante horas tu silencio. No sé lo que has perdido, pero a juzgar por esta hermosísima entrada no ha sido algo pequeño. Lo bueno es que parece que tampoco es necesario decirte nada, ya que lo has hecho tú mismo…….
Gracias por venir volando.
Siempre, vecino querido.
wow que palabras la verdad, son momentos muy duros, simplemente wow
Hola Martín,
Las palabras a veces se imponen. Este fue uno de esos casos.
Bienvenido al blog.