Mi madre murió ayer

Mi madre murió ayer y ya es la segunda noche que no está. Mi madre murió ayer y de ella sólo quedan hoy cenizas. Han pasado sólo treinta y seis horas y a mi me parecen treinta y seis días. Han sido horas o días intensos. Yo los hubiera rechazado a priori y ahora los agradezco. En ellos ha habido de todo: soledad, compañía, abrazos, besos, palabras, insomnio, sueños, recuerdos, risas y lágrimas.

Lo mejor de todo ha sido pensar en ella no sólo como la de los últimos tiempos sino como la de toda la vida. Verla allí perdida en el pasado cuando su presencia era antídoto ante cualquier miedo. Cuando sus palabras eran siempre consuelo y ella, en sí misma, un universo.

Ayer por la tarde la miraba y la vi disfrazada. Pómulos artificialmente hinchados y los labios demasiado estirados. Prefería la imagen que vi por la mañana, cuando, aun sin dientes y la boca abierta, todavía parecía dormida. A la mañana simplemente fría, a la tarde de mármol. A la mañana en una sencilla cama, a la tarde en un suntuoso ataúd y envuelta en raso.

He hablado con mucha gente estos dos días y a todos he contado cosas parecidas. Al final he construido una historia de lo que fue y lo que fui, de lo que sentí y lo que siento. La historia la he formado con palabras llenas de verdad y de recuerdos. Palabras que al ser dichas y oídas tantas veces se han hecho casi palpables. Aire sólido.

He estado con amigos y familiares con los que no estaba hacía tiempo y las circunstancias del encuentro me han hecho sentirlos más cerca. Hipersensibilidad agudizada por no poner fronteras al acercamiento. Unión no forzada y agradecimiento.

El monstruo que ayer me sentía se ha hecho poco a poco humano. Hoy entiendo lo que ayer no entendía. Todos somos las dos cosas: monstruos y humanos y de las dos formas sentimos y padecemos. Ayer me alegré por un fin necesario. Hoy celebro también una vida que casi había olvidado. Ayer era ella sólo fin, hoy también es principio.

He sido, a mi pesar, protagonista de ritos que para mí no quiero. Viola y violín tocando Oblivion. Una mujer recitando a Machado. Un sacerdote hablando de la otra vida. Una incineración, una oración, cenizas y su entierro, un funeral y otro sacerdote haciendo de la rutina oficio. Hablando de mi madre a quien él no conocía. He sentido, a pesar de todo, paz al pasar por todo esto. Sentía que estaba en el lugar adecuado. Esa seguridad me hacía olvidar lo tragicómico de todo lo que estaba viviendo. Esa certeza me permitía concentrarme en mis sentimientos. No se me ocurría otro lugar mejor en esos momentos

Ahora ya todo  ha terminado. Ese trajín que me llevaba de un lugar a otro me ha traído a casa de nuevo. Es de noche, estoy solo, escucho a JVM y pienso en todo lo que me está pasando. Siento de nuevo sensaciones cotidianas. Noche, música y palabras que llegan después de todo este desconcierto. Tiempo que se estira como chicle pero que se detiene aquí y ahora mientras estoy escribiendo. Estoy triste y estoy contento. Puedo llorar y puedo reír si quiero. Puedo mirar atrás y puedo mirar adelante. Ahora ya tengo perspectiva. No es cuestión de tiempo. Es tan sólo fruto de un vivir intenso. Fruto de vivir sólo sintiendo. Dulce y amargo a la vez.

Ella se fue. Lo sé. Yo sigo aquí todavía. Pero ahora, a diferencia de ayer, sé que también fue y estuvo.

2 comentarios

  1. Vecino querido, eres justo y sabio. Sigo revoloteando por aquí y por allá, lo más silenciosamente que puedo.

Deja un comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: