Quisiera haber sido actor de Dagoll Dagom y haber participado en la Nit de Sant Joan el veintitrés de junio de mil novecientos ochenta y tres en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián. Quisiera haber escrito Sobre héroes y tumbas y haber sacado yo a Alejandra de los entresijos de mi cabeza. Quisiera haber estado aquel día de mayo de mil ochocientos noventa y siete en la puerta de la cárcel de Reading y haber hablado contigo, Oscar, y haberte recibido de nuevo al mundo del que tan injustamente te privaron. Quisiera haber compuesto Layla y haber sabido llorar como llora la guitarra que tanto lamenta tu ausencia. Quisiera haber estado alojado en aquel sanatorio en los Alpes suizos y haber conocido a Hans Castorp. Quisiera haber estado allí y así escuchar las palabras de que está llena la vida. Quisiera haber dado clases de filosofía en aquella universidad soñada y llenar la cabeza de alumnos y alumnas con preguntas que den sentido a sus vidas, con respuestas que esperan al final de caminos tal vez infinitos. Quisiera haberme comprado una casa en Hampstead y haber paseado por el Heath todas las mañanas entre tantos tonos de verde. Quisiera no haber regalado mi piano y haber improvisado un solo concierto en Colonia. Quisiera haber leído todas las noches de mi vida como leía de niño para ahuyentar el miedo de las sombras y perderme como me perdía en la vida de otros, que yo vivía como si fueran mi única vida. Quisiera haber tenido la oportunidad de haber dicho a mi abuelo que le debo media vida y que sus libros aún pueblan las paredes de mi casa. Quisiera comprar de nuevo Wish you were here, ir a mi vieja casa corriendo y escucharlo una y otra vez pensando como pensaba con tan solo quince años que había llegado al final del camino. Sé que estaba equivocado pero por un momento viví en lo cierto.
Quisiera haber descubierto que la poesía era un arma cargada de futuro antes de lo que lo hice y haber podido besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Quisiera haberle dicho a mi madre que era yo quien la cuidaba y que sentía no haberlo hecho más a menudo. Quisiera pensar que se daba cuenta. Quisiera llegar a casa un viernes por la tarde, meterme en la bañera, y pensar feliz, como sólo un niño puede serlo, en el fin de semana que tenía por delante. Quisiera haber estado presente en The Troubadour de Los Ángeles, el Santa Monica Civic Auditorium y The Rainbow de Londres en el año de mil novecientos setenta y cuatro y poder haber gritado con el león herido de Belfast que era tarde para parar entonces, que las ganas siempre nos llevan hacia delante. Quisiera no haber recorrido sólo Manhattan y haber cruzado el puente hacia Brooklyn y tal vez encontrarte en el estanco de Auggie Wren confiándole tus problemas y hablando de tu próxima novela. Quisiera haber tenido una casa más grande y más mía donde saber desde el primer día que esa era, simplemente, mi casa. Quisiera haber visitado Jerusalén y también Buenos Aires y recorrer sus calles hasta cansarme y ver las luces, los rincones y las gentes que tantas veces he imaginado. Quisiera inventar la máquina del tiempo y recorrerlo y visitarlo como si ya no existiera. Quisiera poder detenerme. Quisiera hacer como tú, una película al año y olvidar cada una según la termino para empezar ya otra que me lleve sin parar a la siguiente. Quisiera ser pintor pero no puedo porque tú ya has pintado todos los cuadros que me gustaría haber pintado. Aún tengo grabada la luz que entra en la cafetería, la gente al sol y la soledad pintada que me estalla en la cara.
Quisiera jugar de nuevo en el pasillo de mi casa con mis primos y revivir las felices y eternas noches de navidades hace ya tanto tiempo pasadas. Quisiera decirle a mi hermano que aún sigue vivo y a mi padre que le recuerdo. Somos tan solo recuerdos. Todavía no ha llegado el olvido que todos seremos.
Quisiera mirar por la ventana y ver las vidas de otros. Quisiera escribir otra vez quisiera y llenarlo de nuevos recuerdos, nombres, lugares, libros, canciones, caras y paisajes. Quisiera morir en Venecia contemplando la belleza. Quisiera despertar de esa muerte fingida, soñada y estar aquí, como todos los días, con vosotras.