Los deberes y los días (de junio)

Estar siempre pendiente de lo que hay que hacer. Enviarte mensajes a tí mismo para recordártelos. Abrir la agenda, anotar algo para poder olvidarlo. Tachar cosas que ya has hecho. Apuntar todo lo que aún queda por hacer. Vivir siempre pensando. Preocupaciones.

Mandar a un grupo de personas. Organizar sus trabajos y sus días. Tratar con ellos y ellas todos los asuntos para que siempre al final te dejen solo y así puedan criticar decidas lo que decidas. Comprobar que casi todo el mundo prefiere ser mandado. Es mucho más cómodo dejarte libertad para luego juzgar lo que no han hecho. Tú decides por los demás pero no te perdonan que algo salga mal y mucho menos que salga todo bien. Responsabilidades.

Seguir o dejarlo. No abandonar algo porque otros se empeñen en ello. Pensar siempre en el que confía en ti, en el que te apoya, en el que espera con ilusión el resultado de tu esfuerzo. Continuar porque otra cosa no es posible. Tirar la toalla y quedarte quieto para siempre. Dormir sin despertarte o no poder dormir porque hay que seguir adelante. Dudas.

Tengo que hacerlo, debo hacerlo, quiero hacerlo, voy a hacerlo, deseo hacerlo, necesito hacerlo, estoy obligado a hacerlo. Demasiados verbos, demasiados hacerlos. Sutil diferencia entre voluntad, deber y deseo. Qué dificil saber en cada instante qué verbo poner delante de cada una de nuestras decisiones y de nuestras acciones. Si uno no sabe lo que quiere, cómo saber lo que debe. Sin deseo la acción pierde sentido. Si el deber viene de afuera solo es un mandato. Sólo tiene sentido el deber asumido, querido, sentido, aceptado. La ética nunca se impone. Deberes.

Cumplir con lo acordado. Tratar de terminar lo que has empezado. Saber que lo que haces afecta a los que esperan que lo hagas. Tomar decisiones aunque te disguste tomarlas. Saber que el que hace al final siempre se queda solo. Decir la última palabra porque nadie dice la penúltima. Escribirla también. Asumir las consecunecias. Tratar de no pensar jamás, cosa imposible, en lo que pudo ser y no fue. Obligaciones.

Trabajar con otros y para otros. Dedicar tu tiempo, tu energía, tu saliva y tu cordura día tras día cuando todo lo que queda es incierto. Hablar, hablar y hablar hasta retorcer las palabras y tratar de convencer, de entusiasmar a quien te escucha. Mostrar alegría por lo que haces, ser incluso lo que no eres, ser el más optimista de los hombres aún en medio del desánimo. Sonreír siempre. Mirar al frente aunque lo que quieras sea cerrar los ojos y perderte. Esfuerzos.

Preocupaciones, responsabilidades, dudas, deberes y esfuerzos me han robado el junio que se va. Fin de junio que debería ser punto y aparte y que se ha convertido en seguido. No sé si es mi culpa, no sé si soy responsable o no de lo que me sucede. No sé si quiero o si debo seguir trabajando, no sé si tengo que tomar yo solo las decisiones pero lo cierto es que nadie las toma por mí.

Aquí estoy, de todas formas, robándole tiempo al tiempo, pensando en alto lo que antes tenía callado, expresando las dudas que me asaltan, las obligaciones que me impongo, los deberes que me alcanzan, las preocupaciones que invaden el tiempo que imaginaba quieto, tranquilo y amarillo. Aquí estoy solo, sentado a mi mesa blanca, rodeado de papeles. Oigo las voces que llegan de la calle, tengo demasiadas cosas que hacer y el verano que ya ha llegado amenaza esta vez con escaparse.

Tengo trabajo, responsabilidades y deberes. Tengo mucho por hacer y no sé si tengo ganas. No sé si quiero lo que tengo, no sé si deseo lo que debo, no sé si debo hacer lo que me impongo. No sé, siquiera, si tengo que hacer lo que hago. Es duro reflexionar un treinta de junio a las ocho de la tarde. Cómo conjugar un día como hoy el deber con el deseo.

Tan solo me consuela oir esa voz a lo lejos, esa voz que siempre, aunque me engañe, me dice que los tiempos están cambiando. Me aferro a ella. Quiero y deseo creerle. Recojo mis cosas, las guardo en mi mochila azul que siempre había sido negra, cierro la puerta del despacho y salgo a la calle. Me pierdo entre la gente que ajena a mis preocupaciones camina sin verme.

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