
El treinta y uno de agosto siempre me quedo sin palabras. Es mi último día del año particular. Termina el verano también y el otoño asoma sus garras para atraparme de nuevo en su rutina que por un lado añoro pero por otro temo como se teme a la oscuridad cuando se es niño.
Necesito un poco más de tiempo. Los primeros días de septiembre tienen que engullirme primero para que pueda asomar la cabeza y pensar en lo que viene y en lo que se fue.
Este verano ha sido absolutamente tranquilo, casi quieto, y la imagen que más recuerdo es la del jardín visto desde otro ángulo y el sonido que me viene a la cabeza es la monótona placidez que lo que se repite incesantemente me provoca.
Calor, luz, compañía y quietud. Las palabras llegarán.
Feliz año nuevo.
Ya comencé a extrañar el verano. Gracias por compartir 😊
A ti por escribir