Desde que tenemos conciencia, somos humanos, y desde que somos humanos, tenemos sentimiento de culpa.
No poder sentirse culpable no es humano. Solo los irresponsables desconocen la culpa, y eso es porque no tienen conciencia; y si no tienen conciencia, carecen de humanidad.
Conciencia y responsabilidad van indisolublemente unidas.
La falta de conciencia es incompatible con la capacidad de tomar decisiones. Solo un ser responsable puede decidir y asumir las consecuencias que sus decisiones provocan. Solo la asunción de las consecuencias posibilita el sentimiento de culpa.
Ser responsable es ser libre, pues solo desde la responsabilidad se pueden controlar nuestros actos. Ella, nuestra conducta, no está guiada por algo externo; nada divino conduce los actos humanos. Lo que hacemos está causado por lo que decidimos, y eso solo tiene sentido si somos seres responsables.
Conciencia, humanidad, responsabilidad y libertad son eslabones de una cadena irrompible.
Nuestras decisiones son libres; somos responsables de ellas porque somos humanos y tenemos conciencia. El sentimiento de culpa jamás nos puede ser ajeno, ya que es consecuencia directa de aquello que hemos decidido hacer.
Quien trata de justificar la falta de responsabilidad por no tener sentimiento de culpa está diciendo que no es humano, y ningún humano puede hacer tal proposición.
Si no hay sentimiento de culpa, no hay conciencia ni responsabilidad, pero tampoco humanidad.
¿Qué hacemos entonces con aquellos a los que consideramos irresponsables? Si no hay conciencia, ¿no hay culpa? Si alguien no tiene conciencia del daño que provocan sus acciones, ¿qué hacemos con él? ¿Se puede, en tal circunstancia, tomar decisiones?
Cuando no evitamos las consecuencias dañinas que nuestros actos pueden producir, somos irremediablemente responsables y culpables de ellas.
¿Es concebible la culpa sin responsabilidad?
Si tal cosa existe, haríamos el camino a la inversa. Si no somos culpables, es porque no somos responsables; y si no somos responsables, es por falta de libertad. Los seres que no son libres no tienen conciencia, y la falta de conciencia es incompatible con la humanidad.
Si humanidad y responsabilidad van cogidas de la mano, ¿qué hacemos con los irresponsables? Solo nos queda llamarles niños y actuar en su nombre, y ser, por tanto, responsables de sus actos, o llamarles enfermos y cuidarles.
En el camino surgirán las dudas, pues, según sea el caso, seremos capaces o incapaces de aceptar la falta de responsabilidad y de culpabilidad. La propia justicia inventa líneas a veces inverosímiles para determinar culpa y responsabilidad. Mezclaremos, aunque eso nos haga caer en contradicción, culpabilidad e inocencia, conciencia y responsabilidad, monstruos y humanos.
El ser humano tiene conciencia de sí mismo, pero carece de respuesta para las preguntas más trascendentales. El ser humano tiene conciencia de su propia existencia y de sus actos, pero tiene dificultad para distinguir el bien del mal. El ser humano es responsable de lo que hace porque puede tomar decisiones libremente, pero en demasiadas ocasiones atribuye las consecuencias de sus actos a Dios o al destino.
El ser humano piensa, se autodetermina moralmente, siente, crea y transforma la realidad. Las condiciones previas a todo esto son la conciencia, la libertad y la responsabilidad. La consecuencia es el sentimiento de culpabilidad.
El sentimiento de culpabilidad diferencia a los animales de los seres humanos.
Poder ser culpable es el riesgo de nuestro privilegio. No serlo nunca no sé qué es, pero no es humano.
La culpa es el precio que pagamos por ser responsables. Ser humano no significa ser culpable, pero sí la capacidad de serlo, libre y responsablemente.
Nada nos libra de la culpa, ni tan siquiera el arrepentimiento.
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