Lo peor de haber sido feliz es estar recordándolo constántemente. Lo peor de ser feliz es estar siempre con miedo a no serlo. Lo mejor de no haber sido feliz es que no hay nada que recordar. Si no hay nada que recordar, no hay nada que lamentar, y, si nada lamentamos, seremos felices sin saberlo, que es la única manera de serlo, como muchos niños y algunos locos nos demuestran.
Probablemente, esto no es más que un juego de palabras. Lo que si defiendo seriamente es que a veces es esencial no querer algo para lograrlo.Los empeños, las metas, los objetivos son muchas veces vallas, no acicates en un camino que debería ser llano.Si tuviéramos que ser conscientes de que respiramos, la tranquilidad que produce la respiración se transformaría en angustía.Si para escribir un libro pensamos en venderlo nunca escribiremos el libro que queríamos.Si buscamos amigos o pareja acabamos no siendo nosotros quien lo hace sino un actor que nos interpreta.
Una de las cosas más terribles de la época que nos ha tocado vivir es esa mentalidad empresarial que ha inundado nuestra vida cotidiana.Todo son objetivos a lograr ,metas que superar y, tristemente, competiciones que ganar.Quien no gana no mama.Desde el colegio nos inundan con objetivos, procedimientos,calidades,calificaciones y competiciones.Nuestra vida laboral nos obliga a mirar de reojo a quien viene detrás.I+D+I, Q de oro, Q de plata, excelencia,calidad de calidades.Los incentivos son la zanahoria tras la cual corremos.Y,¡vaya zanahoria! , en el mejor de los casos todo se reduce a un viaje a Canarias con todos los gastos pagados y pulsera VIP para no salir nunca del hotel y así poder hablar con los colegas de los objetivos del próximo año.
La competitividad es uno de los mayores y más peligrosos venenos que existen.Si alguien nos muestra un antídoto, el sistema ,maquinaria perfectamente engrasada,se encarga rápidamente de eliminarlo.Se lo considera un daño colateral.¡Qué bonita expresión! Sonando tan bien no puede ser nada malo.Cerrando ojos y oidos, seguimos hacia delante.Pasa la vida como pasa la corriente y de repente nos morimos.¡Ah! la muerte, la única certeza que conocemos. En vez de aceptarla, la ignoramos.Así nos luce el pelo.
Respirar o proponerte el objetivo de pulir tu expresión oral de origen humilde-por poner un ejemplo- no son equivalentes. En el primero no interviene la voluntad; en el segundo, sí. Y en esto la voluntad está relacionada con la libertad. Con esto quiero decir que proponerse metas u objetivos elaborados desde la voluntad y desde la libertad resulta algo que que nos humaniza. Lo que pasa es que muchas veces podemos caer en el error de creer que proponerse metas, per se, es algo bueno que nos ayudará a mejorar. Y aquí comparto tu opinión acerca de la mentalidad empresarial que nos inunda. Pero, ¿no será más bien un problema a la hora de establecer criterios, más que un problema de marcarse o no objetivos? Es decir, el bondadoso padre que se afana en inculcar a su retoño la conveniencia de estudiar **** en vez de **** porque así logrará una mejor salida profesional se está equivocando porque utiliza un criterio materialista cuando debería emplear otro criterio, quizá el de plantearse una formación, porque esa es la etapa en la que está instalado su bienamado hijo. En este caso, no creo que se equivocaría por plantearle objetivos; más bien sería por confundir el criterio.
Otra cosa es la competitividad, la necesidad de rivalizar. Eso no es bueno en sí, ni creo que tampoco venenoso. Muchas de las actividades humanas están basadas en la competitividad: el deporte, el juego. Sólo que si consideramos la competitividad como un objetivo (“ser competitivos”) en vez de lo que es -una capacidad para conseguir algo que otro quiere también- pues tenemos muchas papeletas para ser desgraciados.
Me he liado mogollón, así que termino esta estupidez: los objetivos, la rivalidad están con nosotros, pero a nuestro servicio, no para jodernos la vida. Para evitarlo, lo mejor es pensar un poquito todos los días o por lo menos no aceptar las cosas sin filtrarlas.