Si de la muerte tememos lo desconocido, es que pensamos que hay algo tras ella. Si desaparecemos, si solo queda la nada, ¿qué tenemos?
El miedo a la muerte es miedo a perder lo que poseemos, pena de dejar lo que queremos. No levantarnos más de la cama y dormir para siempre, una eternidad sin sueños. El miedo a la muerte no nos aferra a la vida, tan solo provoca miedo. Temerla es morir en vida. Aceptarla, como se acepta la vida, sin pensarlo, es la única oportunidad que nos queda para saborearla.
La tragedia de la vida empieza cuando de niños, un día cualquiera, somos conscientes de la existencia de la muerte. Ahí empieza en realidad la edad adulta. Por eso olvidamos esa etapa de la infancia, corremos un tupido velo y tratamos desesperadamente, durante toda la vida, de volver a ser niños. Negamos lo evidente, lo rechazamos y nos entrenamos para no enfrentarnos a la única verdad permanente: nuestra muerte. Vivimos en una gran mentira, dando la espalda a la certeza que desde lejos nos mira. Inventamos dioses, imaginamos premios futuros, queremos pensar que tras la vida hay muchas vidas y que la muerte no es más que un puente, una sigilosa compañera que nos transporta del ominoso presente al tranquilo reino sin tiempo.
Mientras tanto, la vida se nos escapa de las manos y vivimos entre nuestros temores y la muerte. Aceptar la muerte, mirarla de frente y convivir con ella, es la única manera de ser, en verdad, personas. ¿De qué sirve engañarnos?, ¿para qué tantas mentiras? La muerte la sufren quienes nos lloran. No nosotros. Estemos donde estemos.
Si vivimos esperando recompensas en un futuro incierto, si el temor al castigo no nos permite elegir la opción que nuestra razón desea, es que no entendemos nada y nos merecemos lo que tenemos. Si los únicos momentos plenos son aquellos en que hemos olvidado la muerte, si solo buscamos refugio en la inconsciencia tendremos cualquier cosa menos conocimiento. Si la vida es ausencia de muerte, eso no es vida, será otra cosa, no se cual, pero no vida. La vida y la muerte no se pueden separar como no lo hace la noche del día. Lo que nos hace personas es precisamente eso, ser mortales. Los animales no saben que van a morir, por eso siguen siendo animales. La razón es una hija de la muerte. El chispazo que nos hace comprender que hay que agarrarse al instante. La vida es bella porque es breve.
En cualquier caso, yo pienso que se puede creer en algo después de la muerte (reencarnación, paraíso, cualquier cosa en la que uno crea) y aún así disfrutar de la vida, de cada momento, sin miedo a lo desconocido, a lo que nos pueda deparar cuando ya no estemos aquí.
Por supuesto que sí.Lo que yo quiero destacar es que tenemos que enfrentarnos a la vida tal como es, y la muerte viene incluida en el lote. Muchas veces ese no aceptar la muerte como algo que está ahí, nos hace vivir acobardados y temerosos.Escapamos de la realidad y nos refugiamos en promesas vanas que no son sino consuelo para nuestros miedos.Esto no me parece bien. Las creencia en la vida después de la vida, o en la reencarnación no van en absoluto en contra de lo que yo quiero decir.Son absolutamente aceptables , pero no deben sustituir a la vida.
La vida es bella porque es breve. Mmm, ¡cómo me gusta!
Nada puedo añadir que mejore lo escrito por ti, pero hoy tengo ganas de terciar.
La vida como la entendemos nosotros tiene una edad en la historia de la evolución, unos dos mil millones de años aproximadamente, que es cuando se calcula que nació el sexo, o más exactamnete la reproducción sexual. Hasta entoneces el sistema unicelular hacia indistintos e iguales a los nuevos individuos, que en realidad no eran tales puesto que estaban dotados de exactamente las mismas características que su «madre» la cual tampoco se moría porque continuaba idéntica en sus «hijos». Cuando aparece el sexo, la unión de dos elementos que dan lugar a otro distinto, aparece la muerte. y con ella la vida como dios manda. Supongo yo que por eso será lo de Eros y Tánatos, aunque no estoy segura.
En fin, lo que te decía, es que me apetecía charlar con Jusamawi y sus amigos, que también los siento míos.
Una pena que no hayas seguido a partir de Eros y Tánatos.Tu comentario me parece de lo más inspirante y aclarador.
Dar la cara a la eternidad que nos extiende hasta el infinito, no a nuestros cuerpos, naturalmente, sino a nosotros; saber que enfrentaremos mañana, pasado y por siempre el resultado de cada decisión equivocada, como la gloria de cada acierto, sin escaparoria posible… requiere, a mi modo de ver, de muchísimo más valor y entereza que contar por igual con el «perdón de los pecados», en la otra vida, o con «el olvido» de la supuesta nada.
La vida y la muerte, bordada en la boca ,tenía Merceditas…
La muerte no es más que la confirmación de la vida,no es la otra cara,van indisolublemente unidas y todos las llevamos en nuestra mirada.Vivimos y morimos un poco cada día.
No nos queda otro remedio que enfrentarnos a ella como nos enfrentamos a cada mañana.Tomar decisiones es poner en marcha la vida y equivocarnos es la única prueba de que la libertad es posible.No se trata de valor, se trata de eliminar el absurdo de una vida en espera,
de una vida basada sólo en la esperanza, donde el miedo se adueña de nuestra voluntad y la abulia nos quita la vida.
Mientras hay vida hay esperanza.Mientras hay muerte hay vida.
Ni el perdón,ni el olvido,ni el miedo a equivocarnos deben matarnos en vida.