De niño lo que más me gustaba eran los animales.Cuando pensaba en mi futuro sólo lo concebía rodeado de ellos.Me veía a mí mismo viajando por el mundo observándolos,estudiándolos y tomando notas en un cuaderno desvencijado lleno de fotografías, dibujos y apuntes que yo sólo entendía.Desarrollé una sensibilidad casi enfermiza que me hacía sufrir por ellos de una manera en que no lo hacía por los humanos.Si tenía algún animal en casa, lo pasaba mal desde el principio pues sabía que algún día moriría y me quedaría sin él.
Recuerdo el día en que murió mi hamster y me negué a ir al colegio. Mi tragedia estaba por encima de algo tan mundano y superficial como la tabla del siete o la ortografía.Yo sabía, además, que era culpable. Con todo el amor del mundo yo había hecho con mis propias manos un letrero con su nombre. Era un trozo de cartón con un fieltro granate encima.Sobre el fieltro había adherido con letras blancas su nombre.El hamster siguó el mandato de la naturaleza y como buen rodeor se comió mi regalo. Disfrutó, imagino, del banquete, pero como en La Gran Bouffe no superó la digestión.
Luego llegó un conejo.En homenaje a mi hamster desaparecido le puse el mismo nombre.Lo paseaba por el pasillo de la casa y jugaba con él al escondite.Con él sufrí una de las mayores humillaciones de mi vida.Pasado el tiempo me convencieron de que era mejor trasladarlo a un lugar más adecuado.Un amigo de mis padres tenía una casa en el campo.Allí viviría mejor, con más espacio y cuidados.Yo, pensando en su bien pero con el corazón partido, acepté.No quise ver cómo se lo llevaban.Lo que sí hice fue comer al día siguiente un pollo que no sabía a pollo.
Más tarde vinieron, precisamente, seis encantadores y amarillos pollitos que fueron la alegría de la casa hasta que, ley de vida, crecieron.Yo no llegaba a entender por qué seis simpáticas gallinas correteando por la casa molestaban tanto a mis padres.Cuando se los llevaron dejé de hablarles (a mis padres).Nunca supe en qué cazuela dieron su último suspiro.
Una de mis hazañas infantiles consistió en liberar a un pájaro de su jaula.Yo no podía entender cómo alguien disfrutaba encerrando a un ser que vuela en una prisión con agua, alpiste y un ridículo columpio. Andaba yo aún dolido por la desaparición de mi tropa de gallinas cuando un día, jugándome el pescuezo, me asomé por la ventana, estiré el brazo y le regalé la libertad al pájaro que mi madre cuidaba con mimo.Cuando encontraron la jaula vacía yo interpreté el papel de mi vida. Robert de Niro hubiera parecido un principiante a mi lado. Mudo de asombro,patidifuso, pregunté incluso qué podía haber pasado.A mi madre se le salían las lágrimas.Las gallinas, mis gallinas, habían sido vengadas.Lo que no supe entonces es que en vez de la libertad lo que probablemente regalé al pobre pájaro fue una horrible muerte. Había nacido enjaulado y en vez de volar debió de caer en picado hasta el suelo.Hizo el salto del ángel. Lamentablemente yo vivía en un quinto piso. Desde entonces tengo la intuición de que sus congéneres me tienen ojeriza.Poco tiempo después vi por primera vez Los pájaros de Hitchcock y sospeché que no era a Tippi Hedren a quien buscaban.
El primer perro que tuve se llamaba Lucas.Era feo pero listo. (Ese siempre es el consuelo de los feos, incluso de los humanos.)Tuvo una vida breve y trágica, como los grandes poetas, sólo que Lucas en vez de escribir ladraba.Fue rescatado de la perrera, de no haberlo recogido habría sido sacrificado.Llegó a casa y, el mismo día, se hirió una pata.Poco tiempo después cuando él se paseaba orgulloso a mi lado fue atacado por un perro malvado y Lucas, listo pero cobarde, salió corriendo y cruzó una carretera.Yo oí el impacto y supe lo que había pasado.
Juré, por supuesto,no tener más animales.A los pocos días andaba yo, cual San Francisco de Asís,por las perreras buscando una mirada que me pidiera ayuda.La encontré en un perrito de raza indefinida y color canela. A éste le llamé Simón y me lo llevé conmigo.Al principio todo fue miel sobre hojuelas. Íbamos juntos a todas partes.Paseábamos a diario por todos los rincones de la ciudad.Un día conoció la playa y allí empezaron los problemas. A Simón le gustaba mucho bañarse, a mí también, pero no en Enero.Se metía en el agua y no había manera de sacarle.Tenía que esperar yo como un idiota a que él decidiera dar por terminado su baño. Una vez descubierta la playa yo ya no podía acercarme, si lo hacía,y parecía oler el mar en la distancia, era imposible detenerle.Allí marchaba él, enloquecido, y yo detrás, corriendo. Para cuando llegaba ya estaba nadando mar adentro.Tengo hoy todavía la impresión, pasados ya muchos años, de que Simón siempre pensó que era él quien me sacaba a mí de paseo.
Dejé después de soñar con viajes e investigaciones.La vida me había demostrado que de haber seguido en mi empeño, podría haber acabado con la fauna del planeta. Mi cabeza tendría un precio y Greenpeace o Adena harían lo imposible por cobrarlo.
Ha pasado ya mucho tiempo sin animales.El año pasado regalamos a mi hija pequeña un par de peces.Eran suyos, no míos. La maldición debe de ser genética. Al poco tiempo, uno de ellos, por imposible que parezca, saltó fuera de la pecera y como es natural no pudo hacer el camino de vuelta. Al poco tiempo, su pareja, más tradicional, apareció flotando.La soledad se lo llevó.
Ahora un hamster (¿el eterno retorno?) da vueltas incansable por su pequeña noria.Yo, que no quiero causar dolor a mi hija,no le he contado mi negro pasado.Vigilo continuamente sus constantes vitales.He prohibido poner un cartel con su nombre.Ella no entiende por qué pero me he mantenido inflexible.Ya ha vivido cinco meses y sin percances.Todo un logro.
Voy a ver si respira.
Uno. dos. tres…
Uno. uno. uno…
Probando. probando. probando.
Uno. uno. uno…
¿Me escuchas?
Perdona, es que he perdido la mayoría de los alambres y las conexiones de blog a blog y las que no perdí se oxidaron con el salitre, sí, incluso las inalámbricas… se me hace un poco difícil reponerlas de buenas a primeras, sin algo de «testing» previo.
Estoy tan sorprendida por esta entrada que no sé ni qué escribir. Tal vez debí esperar a la próxima. Por otro lado, no me atrevo a aventurar ninguna clase de análisis, mucho menos de polémica, no vaya a ser que a mí también me echen por un supuesto error de interpretación. Siento la inmensa tentación de escribirte algunas cosas aquí que auyentarían (y/o-al-menos enfurecerían) a tus comentaristas y amigos… ¿sabes? con los años he ganado cierta experiencia en esa clase de empresas, pero no lo haré.
En fin, escribiré un comentario normal: Disfruté mucho tu entrada. Me hizo reír muchísimo. No me pierdo una. «Nos leemos.» (Las últimas dos palabras las detesto en su función de despedida comentaril).
Finalmente, debo decir que nunca me engañaste. Creo haberte contado que estuve en Asís (también en esta vida) y que conozco al Santo y al milagro mucho más de lo que te imaginas. Así que puedo reconocer a una de sus numerosas reencarnaciones, aunque ande por ahí disfrazado de Mickey Rourke ibérico.
La conexión ha sido perfectamente restablecida. Te recibo alto y claro.
Pido por favor un poco de luz a tu comentario.Acepto los riesgos.
¿Por qué estás tan sorprendida?¿Cuál es la posible polémica?¿Qué es lo que ahuyentaría a otros comentaristas?¿Cuál es el engaño del que hablas?
A pesar de la oscuridad en la que me han dejado tus palabras, aventuro una interpretación.
1. Te sorprende el tono de humor negro.
2. Crees que intento dar una imagen de desapego pero en realidad piensas que es una máscara.
3. Piensas que soy San Francisco de Asís pero juego a ir de desalmado.
Esta interpretación la hago basándome en tus palabras, no pretendo explicar,al menos de momento,mis intenciones al escribir la entrada. Es como si la interpretación la escribiese un tercero.
Nos…
Excelente sobre los cables. No sé si creerte sobre los riesgos. Atención set. Agregar luces 4 y 7 laterales y 2 cenital, por favor. Escena 8. Toma 12.
La sorpresa es por un amor secreto del que yo pensaba que sólo Patricia era capaz. No lo esperaba de ti, ni siquiera en el pasado, sí, a menudo sí me dejo engañar, por eso es que al final no me engañas… Ya sabes cómo es esto de las contradiccions existenciales.
Lo que ahuyentaría a los demás si te lo digo, los ahuyentará. De hecho, es posible que la sola mención de tal posibilidad sirva para ahuyntarles, cosa que no deseamos que ocurra…. así que no te lo diré. Si insistes, algún día lo haré simplemente sin anunciarlo. Esto no incluye, desde luego, a los jardineros.
Tus interpretaciones 2 y 3 son impecables. La 1 es tan mala, que sospecho que la has puesto a propósito allí. ¿Cómo me voy a sorprender de tu humor negro?
Al releer esto un día después noto que está tan oscuro como el primero… Corrijo: La sorpresa es por tu amor a los animales (que yo pensaba atributo único de Patricia). La polémica surgiría de cualquier interpretación/análisis que alguno de tus amigos/as (me incluyo) pudiera aventurar como interpretación de una parte de tu escrito que resultara no ser «el punto» o la parte importante del mismo.
Sobre la dedicatoria… La idea fue creada y las palabras escogidas por Don José, pero están escritas sobre el libro con tu letra. (De aquello que en verdad, en ética y con honor nos apropiamos es, de modo indiscutible y a menudo hasta legítimo, nuestro, sin importar propiedades anteriores o patentes… las leyes, ya son otra cosa). De todos modos, la inicial es la misma, hasta el nombre, pero igual quise hacer la salvedad.
Yo, en lo personal, no me llevo bien con los animales. Teníamos un gato: lo atropellaron. Tuvimos otro: escapó. Un día me dieron a cuidar una pequeña tortuga. A los dos días, minutos después de darle de comer, la encontré nadando (flotando) con la cabeza bajo el agua. Estaba muerta. Ay.
M,
Que un niño quiera a los animales no es nada oscuro.El hecho de que tenga más sensibilidad por su sufrimiento que por el de los humanos es peligroso.El hecho de que un adulto ya no sienta como un niño es natural.El hecho de que lo recuerde con un cierto humor también es natural.
Que surjan polémicas no es nada malo.Cuál es el punto importante lo decide tanto el autor como el lector.
Sobre la dedicatoria todo es cierto.
Edgar,
Es difícil saber lo que uno quiere. Es mucho más sencillo saber lo que no queremos y tú ya sabes, al menos, que no podrías tener una tienda de animales.
Vecino, somos más sensibles a las emanaciones (comunicación) de aquello que tenemos más cerca (afinidad) porque es lo que es más importante o real (realidad) o querido (afinidad) para nosotros, sin importar la especie a la que pertenezca. Es muy difícil para un niño acercarse a los humanos adultos, ya que hay muchas barreras establecidas por estos últimos. Los adultos en general consideran que los niños «no entienden» las cosas o al menos no las entienden de igual manera (realidad) que ellos y por ahí comienza a romperse el triángulo… se comunican menos y se alejan más. El caso es que la pérdida de una mascota o un amigo animal (el término mascota muchas veces no describe adecuadamente la relación que se crea entre un humano y un animal) es exactamente igual, en términos de magnitud de la pérdida y de potencial de daño futuro, que la pérdida de un ser querido…. porque ES la pérdida de un ser querido.
Yo soy cat-lover. Pero he tenido siempre animales cerca, desde que tengo uso de razón, incluyendo un chivo, un conejo y varias tortugas, terrestres y acuáticas y toda clase de gallos y gallinas (estos últimos, de mi abuela). En mi juventud temprana, cuando por primera vez viví sola, tenía una pareja de hamsters (Frodo y Mesalina), un perrito (Gaspar) y una siamesa (Ágata) al mismo tiempo. Y se llevaban de lo más bien. La gata era la mayor y por tanto los cuidaba a todos. Nunca tuve ni tendré, sin embargo, pajaritos ni peces, exactamente por lo mismo que tú. Pienso que es como tú dices. La mayoría de la gente que «no quiere» a los animales, lo que realmente no quiere (no soporta) es la idea de perderlos.
PD: De tu entrada sale perfectamente un script para un cortometraje. En blanco y negro, sólo imágenes…bastante expresionista, ya sabes. Con narración en off de… Woody Allen tal vez? Mmmm, no no estoy segura de Woody Allen, debería sonar más «smart»… algo como… ¿a ver? como James Woods. Sí.
Que hayas pensado en Woody Allen como narrador me halaga.Tengo una gran debilidad por él. James Woods sí es más smart pero creo que por el tono de la entrada me quedo con Woody.
De niño pasaba los veranos en casa de unos tíos en un pequeño pueblo.Para mí aquello era el paraíso.Había animales y me pasaba las horas con ellos. Mis preferidos eran los conejos.Con paciencia infinita los iba atrayendo hacia mí , los acariciaba uno a uno hasta conseguir que se quedasen a mi lado. La escena final consistía en una escalera en la que yo estaba sentado y todos los escalones estaban repletos de conejos medio dormidos rodeándome. Lástima de fotografía.
La imagen queda sólo en mi memoria.
Estoy de acuerdo en lo que dices sobre la sensibilidad hacia lo cercano mientras esta cercanía no tenga por qué ser física. En mi caso me siento más afín a ideas, personas, personajes, libros, música, ciudades etc que en muchas ocasiones están muy lejos de mi entorno, físico, cultural o social.
OK, Woody Allen… por ahora.
La imagen es […….] (no existe la palabra para calificarla). Para bien o para mal, ahora está también en la mía.
La distancia (espacio) es uno de los componentes del Universo Físico (materia, energía, espacio y tiempo). La afinidad, la realidad y la comunicación pertenecen al universo del espíritu, que es otro distinto, con sus propias leyes y partes componentes. Por lo tanto, la distancia no significa nada para la cercanía a la que yo me refería, al menos, vecino.
Podemos organizar un viaje al Upper East Side neoyorquino
para ver qué le parece el proyecto a Mr. Allen.
Compartir memorias es parte de la comunicación.
Cercanía en la distancia.Suena más que bien.
Cuando quieras. Y asi se crea la realidad o se fortalece, y el resultado es cercanía. Sí, es bueno.
Hablaré con la secretaria de Mr.Allen para concertar cita.Tendremos que cuadrar agendas.
OK. Me dejas saber. : )
Cuanto vive un hamster de media?
Tengo que decirlo, si no lo digo me da algo, me has arrancado una carcajada con tus hazañas infantiles…
Si yo contará algunas de mis anecdotas con mis mascotas… uff
Es un alivio saber que dentro de lo que cabe soy normal…
Saludos y cuida bien del hamster porque por tus antecedentes… 🙂
El hamster sigue vivo. no sé cuanto viven y no pienso averiguarlo.Si lo hago, esto se transformaría en una competición de resistencia.
Gracias por la carcajada.
El sábado enterramos bajo el limonero a Bernardo, el pez de mi pequeña hija Isabela. Temía no poder explicarle lo inexorable, lo abstracto, pero ella en seco me tranquilizó argumentando que había muerto como muere un pez, y eso para un pez no es poco. Todavía no logro recuperarme, y en su pecera ya nadan Perri y Galatea.
Debo admitir, J, que hemos tenido infancias parecidas, en lo que a animales se refiere. En el presente (sin ánimos de molestate) Creo que he tenido más suerte con los gatos: Mi gato Cacho me acompaña ya desde hace doce años. Ha sido testigo de mis desvelos, y un acompañante adherido a mis modos. Lo que nunca ha sido es gato, no sabe como, y a estas alturas no me preocupa.
Trataste de ayudar a tu hija y ella te ayudó a ti.Si con Bernardo ha aprendido eso, calcula lo que le enseñarán Perri y Galatea.
Disfruta de tu gato acompañante.Cacho sabe demasiado y por eso ya no es gato, es Cacho.
¿Estás triste? o es sólo la música de fondo?
Saludame a Filadelfia.
Filadelfia te devuelve un maullido.
¿De dónde sacas que estoy triste? ¿Habré dejado pistas sin darme cuenta?
Quizás triste no era la palabra, solo distinto.
Miau.
Todo va bien.Al menos de momento.Gracias por tu interés.