Los reyes magos se han marchado sigilosos. La navidad también se fue con ellos. Bing Crosby hace ya días que no canta y las lucecitas de colores ya no parpadean. Miro ahora el calendario y veo ante mi una estepa solitaria, fría y aburrida. Igual que cuando niño, me niego a aceptar la vida normal. Detesto que me impongan lo cotidiano. No consigo desatar el nudo que atenaza mi estómago. Permanezco clavado en momentos que hace unos días llegaron a ser lo rutinario.
No pido mucho: levantarme sin despertador, el más atroz y pérfido invento humano, pasear, comer sin prisa, ver una película a media tarde, escribir tranquilo por la noche y no en un autobús como ridículamente estoy haciendo ahora.
Quiero leer hasta que los ojos sean derrotados por los sueños. Necesito andar sin rumbo, quedarme quieto, pensar en cosas inauditas, olvidar que existen los minutos. Quiero mirar por la ventana y sentirme ajeno a la inercia que gobierna el mundo y la vida. Quiero ser parásito, formar parte del excedente y alimentarme de sonrisas verdaderas. Quiero no sentir jamás pereza, hastío. Quiero hacer preguntas sin respuesta. Quiero ser caracol y llevar mi casa a cuestas. Quiero hacer fotografías de paisajes en la niebla, de hombres y mujeres abstraídos, de paredes al sol del mediodía. Quiero pasar las horas mirando los colores y luego volver al blanco y negro que me calma. Quiero tomar un café con cafeína. Quiero que me señalen con el dedo, que me llamen raro y no serlo.
Quiero quedarme aquí sentado mirando mi mesa blanca, mi lámpara de colores, mis lápices y mis rotuladores. Quiero que el sonido de las teclas me acompañe. Quiero mirar a mi derecha y sonreír al veros. Quiero ser lobo solitario pero no solo.
Yo quiero sobre todo esto [Quiero no sentir jamás pereza, hastío.]
Que se cumplan el resto de tus deseos, este te lo robo.
A comienzos de año la gente se plantea propósitos. Yo soy más vago. Pido deseos.
El tuyo te lo regalo.
Mi madre siempre me decía «Uno puede querer muchas cosas….» cuando le pedía, como haces tú, quiero esto, quiero aquello… (no hay nada más de niños que querer, ¿no crees?) Yo odiaba cuando ella me decía eso, porque lo hacía mitad sarcásticamente, mitad triste. Con la edad adulta he aprendido que a diferencia de muchas otras cosas, ella –esta vez– NO tenía razón. Sí, podemos querer muchas cosas, pero podemos tenerlas también. Se nos ha dado el permiso de vivir, de trabajar y hasta de morir por ellas. También de esperarlas, aunque he visto que este método tarda un poco más.
A ver, a ver… ¿cuál me robaré yo….?
Mi lista de deseos es un poco diferente a la tuya ( ya se sabe, cada cual tiene su circunstancia y sus necesidades), pero te entiendo muy, muy bien. Tal vez tanto tú como yo podamos obtener lo que anhelamos. Yo, desde luego, no voy a parar hasta conseguirlo; espero que las fuerzas no me fallen.
Sabes que también escribí un post con el mismo título. Aunque nuestros deseos estén relatados de diferente manera se juntan tras la ventana y tienen la misma intención: sentir nuestra vida.
Querer es poder.
Un abrazo,
Desde anoche me debato en el dilema de qué quisiera escribirte vs. que debería / fuera-útil-para-ti escribirte como respuesta a esta hermosa entrada. El principal problema reside en que no encuentro nada que decirte en la segunda opción, vecino, especialmente desde el punto de vista de la utilidad. Es inútil, en otras palabras. Todas las ideas y las ganas se agolpan en la primera….
M,
Todos queremos. La diferencia es que los niños quieren todo ya. Los adultos por experiencia aprendemos a dilatar el tiempo .
Puedes serbirte el quiero que más te guste.
zambullida,
Las necesidades y los deseos si no los controlamos tienden al infinito. El infinito es inalcanzable. Te deseo, entonces, infinitas fuerzas para equilibrar la balanza.
anne,
Ya he visto en tu blog la curiosa coincidencia. El comienzo de año se ve que nos abre el apetito.
K,
Si sólo nos guiáramos por la utilidad todo esto sería muy aburrido. Siento haberte provocado un dilema.Fiémosnos, esta vez al menos, de las ganas.
Confía en mí, no quieres escucharlo. Pero si insistes….. no sé por qué, al final, luego de leer varias veces tu entrada, me queda la impresión que lo que parecen simples e inocentes deseos de un niño, son en realidad expresiones contenidas de mandatos de un monarca ligeramente tiránico, por decirlo de algún modo. He buscado y rebuscado para encontrar el origen de esa percepción… no podría asegurarlo, pero supongo que se debe a la última frase.
Yo también quiero ser un lobvo solitario pero sin estar sola. Me encanto tu entrada. espero que consigas tus deseos para este año nuevo.
K,
Excepto en lo de tiránico y en lo de monarca estamos de acuerdo.
Concha,
Gracias una vez más. De seguir así vamos a ser una manada de lobos.
Vecino querido, sé que es más fuerte que tú, que es posiblemente sea algo que está impreso en tus genes espirituales, como dice M, pero definitivamente tenemos una visión diferente de los monarcas, quizá no tanto de la monarquía. Los monarcas, pese a las pretensiones divinas de muchos de ellos (pretensiones que, por otro lado, no les son exclusivas), no son menos divinos que tú o que yo. Son gobernantes como todos –líderes, algunos o en determinadas épocas– unos mejores y otros peores. El que alguien sea un rey o una reina no lo descalifica para pertenecer al género humano, lo cual incluye defectos y virtudes también, capacidades e incapacidades, responsabilidades e irresponsabilidades… Y, a la inversa, el que alguien sea un presidente electo en «democracia» no lo califica instantáneamente para ser parte de la especie. Y esto sí puedo decirlo por experiencia de primera mano, en esta vida.
Sobre la «tiranía ligera»…. ¿puede haber un mayor tirano que un niño pequeño? La tiranía tiene, en su acepción extendida, grados, vecino. Y todos tenemos un poco, como de poetas y de locos…. y de tantas otras cosas, deseables e indeseables. Al menos, así lo veo.
La institución de la monarquía es la que ,en los tiempos que vivimos, es aberrante. Las personas que la encarnan son, en efecto, tan humanos, tan divinos, tan gobernantes, tan buenos , tan malos como cualquiera de nosotros. Defender formas de mando unipersonales, para toda la vida y, para mas inri, hereditaria provoca sonrojo hasta a un caracol. Me da igual que los gobernantes electos sean mejores o peores. De hecho para la mayoría de la gente los gobernantes siempre son malos. El concepto de democracia es defendible intelectualmente a pesar de lo lejos que aún estamos de unos resultados óptimos. Lo que representa la monarquía tanto desde el punto de vista del gobernante como el que se deja gobernar es miserable.
Sé que las monarquías actuales (las constitucionales) nada tienen que ver con la monarquía absoluta del pasado, pero el mero hecho de conservarla aunque sea como algo decorativo me parece de un retraso mental sin límites. Sé que hay gente a la que esta institución no molesta porque en nada les afecta. Yo no puedo dejar de sentir vergüenza intelectual. Ver a miles de personas aplaudiendo al paso de cualquier monarca me produce la misma sensación de irracionalidad y embrutecimiento como la de un grupo de hooligans enloquecidos porque su equipo del alma ha metido un gol.
Los niños son , en todo caso, más dictadores que monarcas. Y como a casi todos los dictadores el tiempo les alcanza.
Sólo me resta, vecino, pronunciar el legendario «Amén» de ya sabes quién. (-: