He empezado el año con nocturnidad y alevosía. He estado esperando al alba para ver si un año y un día eran la misma cosa. Idéntico azul, idéntica ventana para mirar la misma luz del día. Desolado por la falta de sorpresa he posado mi cabeza en la almohada, he cerrado los ojos y el sueño de todos los días ha retrasado su llegada para que llenara de propósitos mi agenda vacía. Lo he intentado pero ha sido en vano. Ni nuevos propósitos ni propósito de enmienda. Este despropósito ha cerrado mis párpados y con él he dormido buena parte del primer día.
Al despertar, carretera y manta a la hora en que todos comían. Kilómetros de gris y blanco donde parecía ser yo el único habitante de un planeta perdido. Desiertos parajes, gasolineras fantasmas y un pájaro negro paseando al borde de la carretera.
Al llegar la casa estaba fría. Un poco de leña ha sido suficiente para que volviera a la vida. Mirando las llamas he pensado en ayer y mañana. El calor del fuego ha podido con el tiempo y me ha devuelto al presente, a esta tarde nublada, a este primero de enero en esta casa vieja rodeado de campos dormidos y árboles desnudos.
La oscuridad ha llegado temprano. He visto La llave de Sarah. De 2012 recién estrenado a 1942. De mi pequeña Toscana sublimada a la Francia ocupada. De mi plácida tarde de enero a los convulsos y trágicos años de una guerra despiadada. Siempre la misma pregunta. Qué habría hecho yo. Recuerdo inevitable de Sophie y Primo Levi. Nostalgia teñida de rabia y de pena.
He seguido sentado en mi sillón. He terminado de leer a Murakami. Me he quitado, una vez más, el sombrero. Qué lejos me resulta Tokio y qué cerca han quedado sus palabras. Superado el trance del fin, he estampado la fecha en la última página. Uno de enero de dos mil doce. Primer libro terminado este año y que empecé el año pasado. Por sus páginas no deambularon ni la noche vieja ni el año nuevo. Me encuentro sentado en medio de la nada entre un nuevo calendario y su universo que escapa a las leyes del tiempo.
Tomate y queso en la mesa. La primera cena del año. Después he corrido las cortinas, he encendido la lámpara y he vestido de palabras una mañana dormido, un viaje solitario, una película, un libro, la leña y el fuego que ahora se apaga.
Llega ahora el punto final. Después llegará el silencio.
Feliz año.
Me parece un año extraordinariamente bien inaugurado. No dices que has visto el telediario, ni que has leído la prensa (por internet, me refiero, ya que físicamente no la ha habido), con lo cual has podido sumergirte inocentemente en la paz de la nada que te rodeaba. A veces la nada puede ser un gran consuelo para el espíritu: la pena es que haya que abandonarla en algún momento.
Que en este año de tanta nada, y tal vez de menos que nada, te acompañe el plácido recuerdo de ese primer día.
Espero que sea como dices. Esta nada no sólo es consuelo sino alimento.
Salud!
Me gusto como terminaste y empezaste el ano. Cine, buena lectura, chimeneas… Un abrazo y Feliz Año.
Gracias Concha. Ojalá haya muchos días como éste durante el año.
Feliz año para ti también.
Feliz año J. Como siempre, tus palabras me resultan cercanas y conocidas. Un buen fin de año, un mejor inicio y esperemos que un increíble 2012.
Un fortísimo abrazo,
S
Gracias, auniveau… Espero, por mi bien, que tus deseos se cumplan.
Otro para ti.
Estoy escuchando el Keep it Simple. Un poco tarde, pero a última hora siempre prefería poner Into the Music, Veedon Fleece, Astral Weeks, Hymns to the Silence o tandos otros. Al fin y al cabo, un disco como Pay the Devil lo pueden hacer otros casi tan bien como él. Pero me ha sorprendido, sobre todo Behind the ritual, y he buscado otras opiniones.
Y también estoy con Murakami. Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Parece que de momento el pájaro sigue dando cuerda…
¿Y los saltos de esquí? ¿Y los valses? ¿Y el ardor de estómago? ¿y las prisas para ir a OTRA comilona familiar más? ¿Y los regalos que AÚN no hemos comprado?
Lo tuyo es un Año Nuevo y lo demás… bueno, mejor no comentamos lo que es lo demás…
Más que «vestir de palabras» creo que lo has llenado todo de sensaciones. No sé cómo lo haces pero es agradable. Ojalá que tengas muchos más momentos así y muchas más palabras para vestirlos (y yo que lo pueda leer)
Un abrazo
Bienvenido al blog, Rubén. Vaya dos amigos que te acompañan. Espero que los dos tengan cuerda para rato.
Gracias por la visita.
Tiempo hacía que no hablábamos. Pensaba que te había tragado la tierra. Tu mundo mejor quedó varado en el lejano septiembre. Me tenías preocupado.
No reniego de la navidad, principalmente porque estoy de vacaciones y hacerlo sería de necios. Sí reniego en concreto del día de Año Nuevo. En parte por todo lo que dices en el primer párrafo y en parte porque se acumulan demasiadas celebraciones. Desde hace muchos años me empeño en que ese día sea un día maravillosamente tranquilo con paseos, películas, música y libros. A pesar de lo anodino que pueda parecer luego queda un recuerdo imborrable.
Me agrada mucho el trabajo que me propones: vestir momentos con palabras. Sería algo así como un modisto que maneja las letras en vez de la aguja y el hilo. ¿Crees que alguien me patrocinaría?
Recuerdos para C.