La mala memoria

Cuando uno se plantea en qué mundo vive, no responde él sino la arrogancia y la prepotencia adquiridas. Cuando uno compara su mundo con todos los mundos posibles, sonríe irónicamente, en su cabeza bullen mundos felices, y da por sentado  que somos culpables por acción u omisión de la pesadilla que nos ha tocado vivir. Cuando un incauto juega a comparar su mundo y su vida con el pasado suele caer, en demasiadas ocasiones, en la funesta tontería de asegurar que dejamos atrás lo mejor para quedarnos ahora con lo peor.

Antes la vida era mejor. Sueña nuestro pequeño angelito con mundos idílicos donde la familia arropaba, la escuela enseñaba, el servicio militar hacía hombres, la iglesia era la madre de todas las madres y los seres humanos eran más humanos. Qué irónico debe de ser oír esto al que sabiendo que está mejor sigue estando peor. Qué corto de miras le debe de parecer ése que juega a imaginar paisajes bucólicos de una vida añorada e inventada.

Que una persona con todas sus necesidades de subsistencia cubiertas se plantee comparaciones entre presente y pasado, puede, sí, ser inmoral.

La vida acomodada siempre ha sido fácil. Hoy, ayer y hace dos mil quinientos veintitrés años. Que yo, que tengo todo lo necesario, no me caiga del caballo y vea, no la luz, sino la verdad pura y cristalina como el agua, no dice mucho en mi favor. Más bien, al contrario, dice poco y dice malo.

Ser rico puede ser interesante hoy. También lo era en un castillo medieval, en la Riviera Francesa tomando un cocktail con Scott Fitzgerald o estudiando, vestido de dandy, a los clásicos retornando de Oxford a Brideshead.

Quien tiene que hacerse la pregunta, quien sabe la respuesta sin hacérsela es el pobre, el necesitado, el enfermo, el paria que a pesar de serlo sabe que nunca habría vivido mejor que ahora,

Quién quiere estar enfermo hace cien años. Quién quiere ser un trabajador explotado en el Londres Victoriano. Quién quiere ser siervo de su amo. Quién mujer antes de ahora.

Confundimos, a menudo, nuestro ayer, esa entelequia, de un día perdido, de una infancia retocada con el almibar del tiempo, con un ayer generalizado, con un pasado con el que sólo sueñan los ciegos.

La paradoja de nuestro destino es vivir siempre en el mejor de los tiempos siendo éste siempre perfectible. Todos los horrores actuales son siempre menores que los de antes. El presente debería ser siempre como nuestro enamorado, el mejor de los posibles a pesar de los defectos y del paso del tiempo. Quien deja de quererlo al no soportar los estragos del tiempo, además de ciego es mentecato.

No vivimos en el mejor mundo posible, es cierto. También es cierto que lo hacemos en el mejor de los tiempos. Nuestro mundo no es un mundo feliz. No olvidemos lo evidente: ese mundo feliz nunca existió. Inútil es el empeño de demostrar lo contrario. Inútil y atrevido, por cierto.

12 comentarios

  1. Buena denuncia del cualquier tiempo pasado fue mejor.
    Arcadi Espada se indigna cuando comparan esta crisis con la del 29. Como si no estuvieramos en un nivel de riqueza absolutamente distinto. Ya hubieran querido los necesitados de entonces ser los necesitados de ahora.
    Creo que tu entrada está enfocada desde un punto de vista social o político, a una especie de mala memoria colectiva.

    Yo también caigo en este defecto en el plano personal. Como si mi vida cada vez estuviera más «deteriorada», más «degenerada» o decaida. Como si yo alguna vez hubiera sido puro y feliz y poco a poco me hubiera estropeado. Y me hubiera estropeado mucho.
    Una entrada como esta viene a recordarme que nunca existió esa edad de oro.

  2. Y tiene toda la razón en indignarse. La tienes tú también. Sí, me refiero a la mala memoria colectiva. Se está constantemente extendiendo el bulo de que todo era mejor antes. Con la educación, por ejemplo, lo escucho muy a menudo. Luego, por extensión, la gente interioriza que vamos en todo a peor. Antes no pasaba esto, antes la gente se ayudaba, antes nos preocupábamos de los demás, los jóvenes de ahora son una pandilla de impresentables, antes no eramos así…
    Me llama la atención que no se caiga en la cuenta de que esto jamás sería corroborado por los que disfrutan, poco o mucho, de una situación, que puede ser mala pero que es sin duda alguna, notablemente mejor que hace siquiera unas décadas. Son ellos los que pueden hablar. Muchos de los demás mejor harían callándose.

    En lo personal la cosa es distinta. La memoria, más que mala es selectiva. Además no recordamos derechos o mejoras sociales o políticas sino estados de ánimo, momentos puntuales que queremos repetir constantemente. La memoria engaña, el recuerdo decora.

    La edad de oro, en efecto, jamás ha existido. Parece que nos cuesta aceptarlo.

  3. Cuando encuentro a un nostálgico de «cualquier tiempo pasado fue mejor» fue mejor y le pregunto si le hubiera gustado nacer en otra época, la respuesta suele ser así de «coherente»: La verdad es que no.

  4. Aún suponiendo la extravagante suposición de que NO hemos vivido en otros tiempos y suponiendo el no menos extravagante supuesto de que la historia que conocemos sobre tiempos anteriores refleja con una exactitud aceptable aquellos años —porque si, por ejemplo, nuestros bisnietos van a «aprender» dentro de 100 años sobre nuestro presente a través de la prensa actual…. comprenderás que tendrán la peor de las opiniones posibles sobre el tiempo de sus bisabuelos— tendríamos que estar de acuerdo en lo que entendemos por «mejor» y por «feliz» para poder entrar en una discusión con alguna esperanza mínima de que sirva para algo.

    No creo que haya nada más subjetivo que la memoria, lo cual no es necesariamente malo, siempre y cuando estemos conscientes de que lo es. Es lo mismo que una computadora. Opera con los datos que le insertas. Y aquellos que nos pasan desapercibidos (porque teníamos los ojos cerrados en ese momento o porque simplemente no estábamos allí o por la razón que sea) no los registramos… entonces, para los fines, es como si nunca hubiesen sucedido…. y luego entonces, preguntamos «Why?» Falta de datos. Mala memoria, como dices tú. Ojos cerrados, diría yo.

  5. Anónimo amigo,
    A mí me sucede lo mismo. Al final la conclusión a la que llegas es que hablar es demasiado fácil.

    M,
    Dejando a un lado las extravagancias, creo que es necesario aclarar una cosa: yo no quería hablar de felicidad. Cuando hablo de mundos felices me refiero a ilusiones que la gente se hace. La felicidad no es, además, medible y no responde a la lógica (gracias a dios) en demasiadas ocasiones. Lo que yo quiero destacar es que las condiciones en la que las personas viven son mejores cada vez. No sólo económicas sino políticas y sociales. El mero hecho de que cada vez más gente acepte la libertad y la igualdad como derechos de todos los ciudadanos es ya, por sí mismo, un hecho que nos diferencia de cualquier pasado, sea éste próximo o lejano. El hecho de que esta aspiración esté todavía muy lejos de ser hecha realidad o de que solamente exista sobre el papel o en los buenos deseos no invalida la tesis principal: este no es un mundo perfecto, ni bueno ni feliz, pero sí el mejor de los mundos que hasta ahora el ser humano ha construido. El problema está en que cuanto más conocemos más queremos y, como es lógico, más nos rebelamos. La ignorancia es ciega. El conocimiento, sin embargo, es consciente de todo lo que queda por hacer.
    Espero, también, por su bien, que nuestro tataranietos, consideren nuestra época como algo completamente superado y que nadie quiera viajar en el tiempo para trasladarse a vivir en nuestros días.

  6. Da gusto leerte en estos tiempos en todos sueltan pestes. Da gusto, la verdad. Por cierto, también soy de las que creo que lo mejor está por llegar.

  7. No te creas. Mi hígado genera un exceso de bilis en no pocas ocasiones. Sí es cierto que los añoradores de tiempos pasados me tienen hasta la coronilla. Además, me parecen unos inconscientes. Eso, en el mejor de los casos.

    Salud!

  8. Ya que no querías hablar de felicidad, no te diré que la felicidad sí puede ser medible; no con un termómetro ni con artefactos similares, pero por supuesto que se puede medir, entre otras formas a través de nuestro propio felizómetro integrado. Somos los primeros conscientes, obviamente, de nuestras emociones y otros estados mentales, aunque la condición física del organismo es también un índice muy certero del grado de felicidad o falta de ella. Tampoco te diré que por antipoético que suene, la felicidad y la lógica son directamente proporcionales en extensión e intensidad; la risa idiota e incontrolada de un demente no es verdadera felicidad. La paz, que a veces está incluso por encima de la risa, del sabio y de la persona realmente cuerda y sensata (no de la aparentemente cuerda y sensata) lo atestiguan. Pero como te decía, no mencionaré nada de eso.

    Podría estar de acuerdo contigo en que las condiciones económicas, políticas y sociales en que cada vez más personas viven son mejores cada vez. Si a eso le llamas «mejor», pues sí, este tiempo es «mejor». Mientras nos limitamos a cuestiones del campo «social», los números de instituciones tan sólidas como el PNUD, el Banco Mundial, la CEPAL, etc., están ahí, discutirlos sería tonto. Por lo que no vale la pena discutir pequeñeces como la calidad de la educación, comparando, por ejemplo, la época pre-psicológica con la época psiconarcótica actual, que curiosamente coincide con la capacidad de un profesional de cualquier área de hace 40 años con el semianalfabetismo profesional actual. Tampoco la delincuencia inducida en las escuelas, nada de eso. Si lo importante es que vayan como manadas o como enjambres cada vez más personas a las aulas, pues «mission accomplished», como dijo Tom Cruise, no hay más que hablar, al fin y al cabo, así se desarrollan los pueblos, según la ONU.

    Tampoco estableceré comparaciones en el campo de la salud, si sucede que lo importante es que ha disminuido la mortalidad maternoinfantil, se han erradicado muchas de las enfermedades que antiguamente diezmaban poblaciones enteras y la esperanza de vida ya se acerca a los 100 años. A nadie en su sano juicio se le ocurriría mencionar que hoy tenemos 374 «enfermedades» inventadas, reunidas en un pequeño y curioso librito de códigos de 943 páginas llamado DSM, que sirve para mantener a las farmacéuticas como el negocio número 1 del planeta y a una proporción cada vez mayor y más joven de la población convertida en zombie de por vida, por no mencionar los suicidas y asesinos en masa…. con CERO curas. Tampoco los virus que se han «escapado accidentalmente» y contribuyen casualmente al desarrollo de la industria farmacéutica. Ni mucho menos el hecho de que hay evidencia suficiente para suponer que sí existen curas a enfermedades como el cáncer y otras llamadas catastróficas que se mantienen secuestradas por los intereses de…. bueno, ya sabes quiénes. No diré algo tan absurdo como que la medicina ortodoxa reconoce que un 70% de las enfermedades humanas tiene un origen psicosomático, sin embargo sus «profesionales» altamente tecnificados, carecen del más mínimo conocimiento sobre la mente humana; ni que lo propio ocurre con las deficiencias nutricionales. No mencionaré nada de eso porque, claro, has dicho que nuestro mundo es perfectible.

    Respecto a la «libertad» y a la «igualdad» no sé qué podría decir. Los derechos humanos son los derechos humanos y existen desde mucho antes de la Revolución Francesa, que es cuando históricamente se reconoce su origen, pero tampoco vale la pena mencionar eso. Sólo diré que no tengo datos como para estar segura de que «cada vez más personas» reconocen cosas como la libertad y la igualdad.

    Yo no sueño en absoluto con tiempos pasados, debo aclararte. El pasado no existe en realidad, existió pero no hay aún una forma universalmente aceptada de acceder a él con exactitud, lo cual no significa que tal forma no exista. Pienso, sí, que en las humanidades y en el arte hemos perdido una infinidad de cosas que antes teníamos con nosotros. Y pienso también que sí hubo y habrá Edades de Oro. Y que el estado del arte y los artistas no sólo es su principal manifestación, sino su origen.

  9. M,
    No sé por dónde empezar, por eso empezaré por el principio. Tu primer párrafo referente a la felicidad dice muchas verdades menos la principal: la felicidad no es medible ni tiene nada que ver con la lógica. Los argumentos que presentas no demuestran lo que te propones demostrar.

    Por supuesto que me parece mejor que cada vez haya más gente que viva en mejores condiciones económico-político-sociales. Es más, me parece condición indispensable para poder luego hablar de otras cosas.
    La calidad de la educación no me interesa hasta que la educación esté al alcance de todos. Una vez que este objetivo, imprescindible, se cumpla me parece apasionante hablar de calidades. Si no es así, me parece absolutamente inmoral.

    Con la salud me ocurre exactamente lo mismo. Prefiero que inventen 374 enfermedades a que yo pueda ir al médico y mi vecino no. Que prefiera esto no quiere decir que niegue todos los ejemplos que pones. El problema es donde se pone el punto de mira.

    Los derechos humanos sólo existen desde que consideramos personas a las personas. Y esto, me temo, es bastante reciente. De hecho sólo se cumple sobre el papel. Algo es algo.

    No creo que jamás haya existido una Edad de Oro. Pienso más bien que son producto de la imaginación.

    En todo caso, el punto central para mi no es el detalle de cada uno de los temas sino la inmoralidad o no de tratar como mejores tiempos que, independientemente de sus bondades y calidades, son intrínsecamente injustos. Como espero lo sea éste visto desde el futuro.

    Sería una buena señal.

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