Pensaba yo que era más duro. Pensaba también que los problemas del mundo harían los míos insignificantes. Pero, hoy, domingo por la noche de este joven septiembre me siento un poco más solo y me he olvidado del mundo.
Recuerdo su sonrisa cuando nos hemos despedido. Recuerdo también cuando me he dado la vuelta y he sentido pena. Pena por mí, no por ella. Ella tiene un futuro que crear. A mí me empieza a pesar más el pasado. Se ha quedado en otra ciudad y yo he vuelto a la mía, a la nuestra. En el camino he sentido que una época terminaba, que muchas cosas cotidianas no se repetirían y esa sola idea me ha acongojado. He recordado las noches compartidas en medio de palabras y muchas veces de silencios. Se me ha antojado muy lejana la distancia que me separa ya de su infancia, de su alegría perpetua y su risa contagiosa. No se puede tener un recuerdo aislado. Siempre van encadenados y, así, he rememorado yo, en este viaje nocturno, cuentos, paseos, hadas madrinas, películas compartidas, libros, arañas terroríficas, titones y atinos.
Al llegar a casa el silencio era más espeso y su cuarto un poco más vacío. Las paredes llenas de fotografías me llevaban de nuevo a tiempos pasados que jamás pensé que acabarían. Siento pena por la ausencia pero más por el límite traspasado. Por esa marca invisible que separa el ayer del mañana. Lo cotidiano me hace creer que nada cambia. Lo cotidiano y sus presencias me amparan. Y, hoy, me siento un poco más desamparado.
Pasarán los días y lo ajeno se me hará cercano. Me reiré de estas palabras sublevadas y haré del nuevo presente costumbre. Pero hoy, aquí sentado, con la sola compañía de su ausencia, me pueden más los recuerdos que las futuras alegrías. Ella tiene ante sí una aventura. Nuevas voces, nuevos amigos y largos años de estudio voluntario. Homero, Sófocles y Euripides, Horacio, Séneca y Virgilio llenarán con su presencia las horas de sus días. La gramática y la sintaxis serán su nuevo campo de batalla. Las horas, siempre incompletas, las llenará bebiendo la vida. Lejos de la casa de su infancia, lejos de las presencias constantes comenzará a llenar las páginas en blanco de nuevos días.
Recuerdo cómo, tantas veces, abrumado por el peso de las dudas, he encontrado consuelo en su alegría. Sé, sin lugar a duda alguna, que he aprendido de ella mucho más de lo que le he enseñado.
Cuatrocientas catorce palabras después de haber comenzado me encuentro mejor y siento envidia porque mañana por la mañana ella empezará una nueva vida.
No te imaginas como te entiendo. Me alegro que escribir te ayudara. Un saludo
Ubi sunt?
¿Dónde están las cosas que fueron y ya no son?
¿Dónde quedan aquellos años pasados con nuestros hijos pequeños?
¿Donde paró lo que nunca volverá?
Las formulo como preguntas, pero como no tienen respuestas son más bien lamentos.
Son quejas. Son expresión dolorida de la vida que no volverá.
A mi más que hacer literatura me gustaría poder dar algunas respuestas filosóficas a las preguntas por el tiempo, por el cambio. Pero me quedo solo en esa admiración que produce que las cosas sean lo que son. Decía Aristóteles que era el comienzo del filosofar. Me quedo solo en ese comienzo de «maravilla», de sorpresa, de admiración de que el tiempo pase.
¿Pero como es posible?
Y de ahí ya no paso. No salgo de ahí. Tú por lo menos escribes algo bonito y te desahogas.
¡¡qué valiente tu hija!! … meterse ahora con la cultura clásica.
Gracias Concha. Escribir siempre ayuda cuando escribir se nos hace necesario. Esta era una de esas ocasiones.
loiayirga,
Yo también busco respuestas pero no paro de hacerme preguntas. Muchas, como bien dices, son lamentos entre interrogantes. Por eso no tienen respuesta. El que pregunta despierta cierto interés. El que sólo se lamenta aburre.
Sin asombro, es cierto, no habría pregunta alguna. Por eso debe ser el principio de todo.
Sí que ha sido valiente. Es triste decirlo pero hoy en día poca es la gente que se atreve a hacer lo que quiere. Menos son, aún, los que quieren lo que hacen
Ese era el ultimo gran miedo de mi madre. Solo la idea de que su hija pequena abandonara el nido la aterrorizaba.
Charlotte,
Por lo que cuentas tu madre tuvo antes otros grandes miedos. ¿Qué le hacías?
Lo que yo siento no es miedo.Es más una impresión. Una constancia de que algo termina. El desasosiego de comprobar que el tiempo no para.
Es una enfermedad crónica que el mismo tiempo agrava.
Sé lo que se siente, o al menos lo que yo sentí… imposible saber lo que tú sientes… La primera vez que leí esta entrada me horroricé: ¿Que edad tiene tu hija? ¿16? ¿17? Y el inevitable pensamiento maternal: ¡Pero si es una niña! En Latinoamérica el momento de abandonar el nido llega mucho después, para bien o para mal. Los chicos se van (generalmente) cuando han terminado la Universidad, o unos años después, cuando se casan, pero sé que en Europa (y EEUU) es diferente. Lo bueno de esto es que siendo TU hija, con toda seguridad está preparada para sobrevivir, florecer y prosperar. Y así será, ya lo verás. Ayer por poco me enveneno (confundí el pote de bicarbonato con el de ácido bórico) y luego de los primeros auxilios, de consultar a mi cuñado médico y a mi doctora naturista y, naturalmente, de googlear todo el asunto, no me quedé tranquila hasta que logré hablar con mi padre por Skype. ¿Ves? A esta edad y todavía sigue siendo una especie de piedra angular para mí. Eso cambia muy poco, no importa el tiempo que transcurra, el tiempo es sólo una ilusión. El amor y la comunicación no lo son. Un beso para ti, vecino querido.
Hoy me ha llamado mi hija para preguntar por una forma de cocinar patatas. No es algo tan grave como el ácido bórico pero algo es algo. Soy, al menos, su patata angular.
De momento, además, el nido no ha sido abandonado del todo. Se ha marchado a estudiar fuera.
El fin de un tiempo fue lo que me dejó descolocado. Además, para agravar la situación, todo eso sucedió un domingo por la tarde. Los domingos por la tarde, de todos es sabido, las defensas están por los suelos.
Creo que puedo atisbar, al menos, una parte de lo que piensas. Desde otra perspectiva, también a mi me ha pasado… A mi aún se me hace extraña esta sensación y se que la voy a seguir extrañando. Un abrazo Jus
Sensaciones parecidas pueden responder a situaciones diferentes. Es lo que parece suceder en este caso. Perspectivas diferentes y sensaciones similares. Lástima que no haya manera de comparar las sensaciones.
Otro, Auni