Arde París

Ayer por la tarde me enteré, como se enteró todo el mundo, de que Notre Dame de París estaba ardiendo. Ayer por la noche vi en televisión, por las noticias, como vio todo el mundo, imágenes de Notre Dame de París ardiendo. Ayer me acosté y en la radio trataban de describir el horror de las llamas que devoraban Notre Dame de París. Esta mañana he visto en los periódicos, como todo el mundo,  imágenes de Notre Dame de París ardiendo. He visto también las caras de los testigos que asistían impotentes al poder del fuego destructor. Algunos lloraban, otros, de rodillas, imploraban por el milagro. La mayoría sacaba fotografías.

Todos los periódicos, todas las radios, todas las televisiones hablan de lo mismo. Repiten las mismas frases, muestran las mismas imágenes. Todos los teléfonos móviles envían los mismos mensajes. Todos los políticos muestran su solidaridad con el pueblo francés y compadecen su enorme tragedia.

Incluso yo, que siendo niño asistí a un impresionante incendio y todavía conservo grabadas las imágenes de las llamas asomando por las ventanas de aquel edificio. Incluso yo, que quedé marcado por aquel terrible espectáculo, no he podido permanecer impasible ante la caída de la aguja de Notre Dame. Incluso yo, que como toda Europa, al menos, he visitado ese edificio, no he podido dejar de sentirme impresionado.

La gran noticia de esta mañana, para compensar tanta tragedia, era que el pueblo francés, en un ejemplo de bondad sin parangón, había donado ya trescientos cincuenta millones de euros para la reconstrucción de la iglesia. No sólo eso, también los miembros del parlamento europeo han propuesto donar para la misma causa trescientos veinte euros cada uno. Cantidad que coincide con lo que cobran al día en concepto de dietas.

Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París en Yemen el setenta y cinco por ciento de la población depende de la ayuda humanitaria que prefiere apagar incendios. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París en Libia son víctimas de tortura, esclavitud, tráfico sexual y detenciones ilegales. El dinero de los europarlamentarios prefiere pagar a restauradores de lienzos y esculturas. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París más de seiscientos mil Rohingya han tenido que abandonar sus casas, son perseguidos, asesinadas y violadas pero los medios de comunicación nos muestran una y otra vez la terrible imagen del tejado de Notre Dame ardiendo. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París tres de cada cuatro sirios han tenido que abandonar sus casas a causa de los bombardeos pero los creyentes se arrodillan en las calles de París rezando por salvar al jorobado de Notre Dame. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París más de once millones de personas en Irak son perseguidas por el estado islámico. Nos duele más la incertidumbre de si las gárgolas de Notre Dame aguantarán los embates del fuego y del agua. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París en la República Democrática del Congo se suceden incesantemente casos de abuso sexual contra mujeres y de robo de niños. Mientras tanto todos adoramos a los intrépidos bomberos que lanzan agua sobre el fuego parisino. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París en la República Centroafricana miles de niños son obligados a trabajar, a convertirse en esclavos sexuales o a ser niños soldados. Europa y el mundo, prefiere rascarse el bolsillo para poner piedra sobre piedra lo que el fuego ha destruido. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París en Somalia y en Sudán del Sur se mueren de hambre, así de simple. Qué bonito celebrar simultáneamente la unión del mundo entero ante las desgracias verdaderas. Al mismo tiempo que arde Notre Dame de París miles de ancianos en Ucrania no tienen medicinas ni ningún combustible con el que calentarse. Hoy, sin embargo, dentro de la desgracia, entrevemos ya, y en no mucho tiempo, una Notre Dame reconstruida. Qué buenos somos y cómo olvidamos fronteras cuando una causa lo merece.

Notre Dame de París resurgirá de sus cenizas. Lo decimos, lo creemos y sonreímos.

Ojalá Notre Dame ardiera en los infiernos por los tiempos de los tiempos si ese fuera el precio a pagar por la vida de un solo ucraniano, somalí, sudanés, centroafricano, congolés, irakí, sirio, rohingya, libio o yemení.

Ojalá Notre Dame se consuma hasta los cimientos si a cambio la injusticia nos conmueve más que la desgracia.

Ojalá Notre Dame de París sea sólo un recuerdo si al mirarnos al espejo no nos avergonzamos.

2 comentarios

  1. Esa misma reflexión hacía yo ayer mientras asistía en directo, vía internet, al espectáculo la techumbre de Notre-Dame en llamas y oía los comentarios, también en directo, de políticos y expertos franceses. Jamás ha habido un solo mundo, siempre han sido varios: el de los poderosos, el de los indiferentes que viven decentemente, el de los pobres que asumen su situación, el de los hambrientos que intentan buscarse la vida, el de las víctimas de las guerras y, por ende, de la enorme ambición de los poderosos… Poco han cambiado las cosas desde que empezó a escribirse la historia.

  2. Espero que algo si haya cambiado. Lo que sí es seguro es que ha sido mucho menos de los que creemos. No estoy de acuerdo con los que miran el pasado con nostalgia y piensan que todo lo que se fue fue mejor. Cierto es tambíén que desde un punto de vista ético somos terriblemente culpables de ser tan lentos.

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