Pretérito imperfecto de indicativo

Diez años han pasado ya y lo mismo que ayer decía en silencio digo hoy en voz alta. Diez años han pasado ya y no tengo duda alguna de que todo lo que decían era mentira. No eran revolucionarios. No luchaban por libertad alguna. Querían imponer por la fuerza lo que la mayoría de la gente no compartía. Eran expertos en camuflar la realidad. Utilizaban símbolos y lenguaje y hasta músicas de fondo para ejercer de víctimas profesionales. Les gustaba hacerse pasar por revolucionarios movidos por el amor a ¿su patria? Disfrazaban su falta de argumentos con mentiras históricas. Hablaban de un país que nunca existió. Transmitían la idea de una represión generalizada que casi nadie sufría (excepto la suya). Pintaban un país ocupado por invasores que les privaban de los derechos más elementales. Mentiras todas. A los que no compartían su opinión les quitaban el derecho de llamarse vascos, les llamaban fascistas por no pensar como ellos. Los únicos fascistas eran ellos. Detesto los nacionalismos. No detesto a los que los defienden pero sí sus ideas.

Lo peor de todo es que siempre pretendían hablar en nombre de todos. Nosotros los vascos, nuestra tierra, nuestras tradiciones, nuestra lengua. Vivían empachados de nosotros. (Evidentemente nosotros no eramos todos pero les daba lo mismo). El que no comulgaba con sus ideas simplemente no era vasco.

Eran expertos en el uso del eufemismo.

Decían lucha armada donde deberían decir terrorismo. Llamaban conflicto político a lo que solo era delincuencia. Se les llenaba la boca de revolución ejerciendo de vulgares mafiosos. Decían presos políticos donde deberían decir presos a secas. Decían ser víctimas donde solo había verdugos.

Adulteraron la historia de esta tierra, lavaron el cerebro a sus hijos como los nazis hicieron con los suyos. Enseñaron a odiar utilizando la mentira. Se arrogaron la representación de un pueblo que no se la había concedido. No tenían ideología. Eran simples fanáticos.

Eran nacionalistas-fanáticos-xenófobos-defensores del uso de la violencia. La justificaban al decir que la opresión en la que vivían les forzaba a ello.

Todo lo que pedían podía ser reclamado pacíficamente.

Miles de personas tuvieron que abandonar el País Vasco por las amenazas terroristas.

Asesinaron a cerca de 900 personas, hirieron a miles, secuestraron a decenas. Incontables fueron los extorsionados. Innumerables los exiliados.

Primero fueron los policías y los militares. Luego los políticos y los empresarios. Más tarde los periodistas. Después los profesores y escritores. Finalmente su objetivo era cualquiera que osara decir en alto lo que pensaba y les llevara la contraria.

Ellos eran todo aquello que decían que eran sus enemigos.

Si alguien me preguntara qué es el fascismo ya no recurriría a Hitler o Mussolini para explicarlo. Tendría ejemplos que mostrar mucho más cercanos.

Era muy fácil ir de víctima y hablar de un País Vasco lleno de pastos verdes, vacas, lluvia y gentes nobles. Era muy fácil contar que una bota imperialista les aplastaba y conculcaba todos sus derechos. Era muy fácil presentarte como revolucionario idealista que lucha por su pueblo.

Yo no quería que lucharan por mi.

Stalin también luchó en nombre de su pueblo.

Y la pregunta más terrorífica: ¿Que consiguieron? La respuesta más terrorífica aún: absolutamente nada.

Diez años han pasado desde que callaron las pistolas y las bombas. Diez años en los que su silencio ha sido la mejor banda sonora de un tiempo que empieza a sacudirse, de voces que empiezan a no callarse de no mirar atrás o, lo que es más vergonzoso, de no mirar para otro lado.

Diez años han pasado pero todavía muchos prefieren callar a decir lo que piensan.

El pretérito imperfecto de indicativo se utiliza en español para expresar acciones que tuvieron lugar en el pasado, explicar cómo eran otras épocas o qué hacíamos normalmente en el pasado.

Terror, horror y vergüenza. Eso era lo que hacían ellos y eso es lo que provoca mirarles a todos ellos y a casi todos de nosotros.

Diez años han pasado ya. Que pasen veinte, que pasen treinta pero que al mirar atrás veamos la verdad de todas aquellas terribles mentiras.

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