Las tres humillaciones

De vez en cuando, sólo de vez en cuando, somos capaces de agachar la testuz y reconocer que el castillo de naipes en el  que habitamos se desmorona.

Aceptar los errores es duro y difícil. Quien lo hace se dignifica. Generalmente la soberbia nos ciega ante cualquier acontecimiento que trastoca el orden al que nos hemos acomodado. Nos molesta el impertinente que osa decir algo que contraviene lo estipulado, que dinamita los cimientos que sustentan el orden establecido.

Repasando la historia de la humanidad podemos encontrar momentos estelares que han marcado un antes y un después, que han puesto patas arriba lo que se daba por seguro, que han borrado de un plumazo la arquitectura de nuestra existencia.

Lo que luego parecerá obvio es, en un principio, frontalmente rechazado y al que desafía nuestra verdad consoladora lo condenamos, lo crucificamos, lo quemamos en la hoguera o, en el mejor de los casos, lo ignoramos como se ignora a los locos.

Mirando hacia atrás sin ira podemos comprobar que esto ha sucedido en no pocas ocasiones. Nada disgusta más al ser humano que ver echado por tierra lo que le da seguridad. La duda de la novedad, cortar raíces, echar a andar nos hiela la sangre y nos deja inmóviles. Volar es para los pájaros. Lo mismo que los terremotos derriban lo que nuestras manos e ingenio han erigido, la mente humana es capaz de echar por tierra la lógica que parecía dotar de sentido a nuestro lugar en el tiempo y en el espacio.

Copérnico sacó a la tierra del centro del universo. Se limitó a constatar un hecho físico. Su pecado no fue buscar la verdad y demostrarla sino sacar al hombre del centro, del origen. El universo no existía a nuestro alrededor, eramos nosotros, invisible grano de arena, los que flotábamos en un infinito agujero negro incomprensible. El espacio nos engullía, dejábamos de ser imagen de un dios todopoderoso. Fue necesario aprender a ser diminutos, invisibles, despreciables en la inmensidad sobrecogedora del espacio. Copérnico recibió su merecido: su obra prohibida y sus ideas declaradas heréticas. Humillar para luego humillarnos. Newton se encargó del resto.

Darwin trató de colocar al hombre en su sitio. Buscó y encontró lo que nadie quería saber. El ser humano se tambaleó en su trono de barro y éste se hizo añicos. La diversidad de las especies, la adaptación al medio y la evolución consiguiente no despertaron sorpresa ni asombro. La indignación y el escándalo pidieron a gritos la cabeza del atrevido ignorante. Desafiar al propio dios creador sólo podía ser obra de una mente perversa o demente. Predicar en el desierto. La ignorancia enseñoreada. Desprecio fundado en creencias. La luz que el Beagle trajo consigo fue convertida en tiniebla. La tiniebla más espesa de todas: la del fanatismo.

Freud nos hizo humillarnos nuevamente. Nuestro comportamiento no siempre es el resultado de actos conscientes. La consciencia sólo es la punta del iceberg de lo que llamamos mente. El inconsciente es parte esencial en la causalidad de nuestra forma de comportarnos. Los instintos, que gustamos de relacionar con el mundo animal, parece que son parte decisiva de nuestras motivaciones. No se trata de demostrar si el psicoanálisis es una ciencia o una pseudociencia sino de comprender que lo que lo que no se quiso aceptar es que nuestras actuaciones no son siempre decididas conscientemente. Criticar a Freud por ser misógino, por tratar de universalizar sus teorías puede ser razonable. Lo que no lo es, es el inmediato rechazo que produce sabernos dominados por algo que no controlamos. Aceptar que no somos enteramente dueños de nosotros mismos fue lo que escandalizó y lo que provocó el rechazo del hombre y de su obra.

Nos gusta tener la razón y nos cuesta reconocer que no la tenemos. Nos gusta vivir en la comodidad del orden y la seguridad. Defendemos la libertad como parte irrenunciable de la condición humana pero nos ofende  que alguien contravenga nuestras normas. Nos debilita la duda y aborrecemos lo desconocido. Defendemos ser humildes pero somos orgullosos. A los que nos incomodan los apartamos como apestados. No aprendemos nunca la lección. Siempre acabamos humillándonos.

8 comentarios

  1. Sólo pasaba para saludarte y desearte o mejor para el año que entra. De hecho te tengo más presente de lo que crees, más ahora que he empezado La Vida Entera de David Grossman, un libro que tu me aconsejaste muy acertadamente.

    Lo dicho, lo mejor para este año que entra. Lo cierto es que peor es difícil. Aunque nunca se debe descartar nada.

    Edu

  2. Ahora que me he fijado, que sin darme cuenta, al ir a leer tu entrada, los ojos se han ido por otros derroteros. Te ha quedado un Blog realmente guapo, si señor. Un diseño equilibrado y original. Te felicito por ello amigo.

  3. Gracias Eduard. Ando últimanente un poco destartalado. Como es época de propósitos me propongo desdestartalarme.

    Que disfrutes de La Vida Entera y de la vida entera.

    Chapulín Colorado

  4. La vida camuflada en errores. El ansia de controlar y dirigirlo todo cuando no somos mas que aves de paso. Buena reflexión. Quiza sea un error organizar tanto bullicio con el paso del año. Aunque vivir cada dia como si fuera único creo que es el secreto de una buena vida. Que cada dia del nuevo 2011 sea nuevo para ti también. Un saludo

  5. Vivir cada día como si fuera el único es, sin duda, el mejor deseo para el año que entra y para todos los años.

    Un abrazo

  6. Hablando del capitaliso con algunos amigos llegué a la consclusión una vez más de que el mundo esta dividido entre los que adoran ignorar y los que odian la ignorancia.
    No, no aprendemos la lección y si la aprendemos suele ser casi siempre demasiado tarde, cuando el castillo de naipes ya está en el suelo.
    Las normas y los juicios preestablecidos no dejan de jodernos la existencia a algunos mientras que a otros les da seguridad.
    Tienes toda la razón del mundo al decir que nos da miedo reconocer que hay cosas (muchas) que simplemente escapan a nuestro control.
    La duda si que nos debilita porque lo sacude todo y luego no sabes a que agarrarte pero a la vez reconforta saber que no descartas ni afirmas nada con seguridad…Los que no dudan sienten más apego a las cosas y les cuesta más desprenderse de ellas.
    Bueno que me enrollo mucho, Feliz Año!
    En 2011 quiero seguir reflexionando contigo padre biónico 🙂

  7. El sabio es necesariamente humilde pues de lo contrario no podría alcanzar el conocimiento, el que nada se asemeja a la erudición. Quien se basta a sí mismo está cegado por su yo y, en consecuencia, tiene el corazón endurecido y el amor, aunque pocos lo sepan, estimula el conocimiento. La vida, en cualquier caso, nos acaba a todos poniendo en nuestro sitio.

    Fantástico post.

  8. Fire,
    Cuando alguien tiene la razón, me gusta dársela. La tienes y te la doy.
    Puedes enrollarte lo que quieras. Para eso estamos aquí: para enrollarnos.
    Tenemos un año entero por delante( de momento) para reflexionar.

    zambullida,
    Es cierto lo que dices pero ser humilde es una de las cosas que más cuesta y va en relación directa con la ignorancia. El fanático nunca lo es y el fanático es por definición un ignorante. Conocer debería ser el sentido de cualquier vida. El camino es duro y la tentación es quedarse en el camino.
    Gracias.

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