Días tranquilos

Me gusta mi Semana Santa de días tranquilos. Me gustan las horas que pasan sin esperar que otras distintas lleguen. Me gusta recorrer mi ciudad de punta a punta bajo un cielo azul recién estrenado y un sol aún tibio. Me gusta perder la noción del tiempo y olvidar en casa reloj y calendario. Me gusta andar, leer, observar, pensar sin prisa y detenerme cuando y donde quiera. Me gusta, en fin, vivir sólo en el presente.

Me gusta estirar el día robándole horas a la noche acogedora. Me gusta hacer las cosas lentamente y dejar para mañana lo que hoy no puede hacerse. Me gusta dormir y despertar cuando los ojos lo piden. Me gusta mirar por la ventana y escudriñar lentamente otras vidas a través de los cristales. Me gusta respirar consciente de que lo hago y acompasar respiración y silencio. Me gusta, en fin, vivir perdido en un mundo que ruge.

Me gusta leer y ver letras e ideas. Me gusta recorrer caminos trillados y verlos de un color distinto. Me gusta ver películas en medio de la tarde. Me gusta hablar tranquilamente sobre aquello que ocupa mi mente. Me gusta quedarme quieto y escuchar lo que dice y no dice la gente. Me gusta pasar junto al mar y no verlo. Me gusta salir y me gusta volver. Me gusta cerrar la puerta con llave y ocultarme. Me gusta, en fin, escribir sobre días como este.

Me gusta mi casa, mi mesa, mis libros, mis discos y todo lo que antes parecía inerte. Me gustan el sol y la luna vistos ahora de forma diferente. Me gustan las músicas que pueblan mis horas nocturnas. Me gusta la mañana, la tarde y la noche. Me gustan los días que se mezclan, que se funden unos con otros. Me gusta estar en medio de las horas y de los días. Me gusta confundirlos. Me gusta no tener que dividir el tiempo en partes. Me gusta, en fin, descubrir que la vida y el tiempo están en mí y no ahí fuera donde pensaba la gente.

2 comentarios

  1. Los octubres, ultimamente, se empeñan en darme lecciones. Tajante, el pasado octubre me paralizó (literalmente) y es en ese despertar que descubro, redescubro haciéndome un poco la tonta, los días tranquilos… las noches claras, clarísimas.
    Me gusta el calor en las manos de mi hija Lola, los besos que le quedan a mi viejo gato, la comida caliente del hombre que siempre está, las canciones de Isabela, el libro que por fin pude terminar, las distancias respetuosas, los hallazgos irrespetuosos, los abrazos de mi amiga de color.
    Me gustan, me gusto, les gusta, nos gustamos, te gusta…
    Amo mis nuevos días tranquilos. Aún los que odio.

  2. El verbo gustar es personal, conjugarlo lo es todavía más. A mi me, a ti te… Cuando lo usamos siempre acabamos por descubrirnos. En general la gente sabe lo que no le gusta. A mi me encanta descubrir aquello que sí me gusta. Veo y leo con alegría que, al fin y al cabo, nos gustan el mismo tipo de cosas.

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