La navidad y el retorno

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Eterno retorno. Vuelta al punto de partida. Invierno que se instala repentinamente más allá de la ventana. Días de casa. Mañanas de café y tertulia. Tardes de música y películas. Noches de amigos y de lecturas.

A mi izquierda el árbol salido esta tarde de su caja y de su noche de tantos días. De lo negro a la luz. Azul, verde, rojo y amarillo. No parpadea. Me mira fijamente. Está contento así despierto,  vestido con sus bolas de colores. Yo también lo observo y pienso en sus breves días de existencia. El día que yo quiera lo despojaré de vida y lo encerraré en lo oscuro. Allí permanecerá quieto, esperando. Olvidado.  Siento que yo, a mi manera, soy como él, un árbol que un día será talado, seré tratado con mimo durante un instante para luego ser lanzado al olvido progresivo de la nada. Nadie habrá que abra una caja de cartón y me despierte. Yo no tendré más navidades.

La calle estaba oscura hoy. Me ha gustado ver a través de la ventana lo desapacible. El gris, el agua, el viento y hasta el frío que se sentía más allá de los cristales. Respiraba tranquilo desde lo confortable. El calor, el olor y los sonidos familiares de la casa en que se suceden los días placenteros en los que nada hay que escoger, donde quedarse es la única opción, donde estar es suficiente. Días en los que uno se puede detener a palpar la mesa a la que siempre se sienta, en los que uno recoloca los libros tantas veces ordenados, en los que  mirar las fotografías que siempre están ahí pero que ignoramos, en los que mañana, tarde y noche se confunden. Días que pasan silenciosos. Días completos.

Recuerdo otros muchos comienzos del invierno, me vienen a la cabeza otras tantas navidades, todas diferentes y todas una. Reviso lo escrito en días como estos otros años, otras veces. Es siempre lo mismo. Eso me satisface. Me veo a mí en las palabras escritas y olvidadas. Me gusta revivirlas y sentir que siento lo mismo que sentía. Me siento cierto y seguro cuando compruebo que sigo siendo yo, que soy algo al menos, que guardo cierta consistencia, que no me desvanezco en el aire, que el tiempo no me arrastra hecho jirones, que respiro igual que respiraba, que sigo viendo paz donde antes la veía.

Pienso en los días por venir y me refugio en ese futuro próximo recordando días similares ya pasados. Quiero vivir la navidad ya vivida, quiero repetir paseos, palabras, libros y música junto al fuego, quiero ver algún día la nieve de cerca. Quiero ver las películas que he visto tantas veces. Eterno retorno siempre al fin y al cabo. Retorno al lugar en el que uno es uno. Vuelta a un estado en el que todo es sigiloso. Regreso al tiempo tranquilo. Quiero vivir.

Ahora ya es noche cerrada. La lluvia y el viento continúan su batalla implacable. La música los acalla. Sólo me iluminan las luces del árbol. Mis dedos se vuelven perezosos y se detienen ya entre palabra y palabra. Esa es la señal. Mañana trabajo, ellos lo saben. Releo los párrafos escritos y los dejo como salieron. Lo que escribe el corazón no se cambia.

Eterno retorno, suena la misma canción que sonaba cuando escribí eterno retorno. ¿Será una señal? Yo por si acaso la respeto. Que sea mi primer regalo de la navidad que se acerca. Mientras suena me voy a la cama.

Hasta mañana.

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