Intento imaginar cómo sería yo sin los libros que he leído, sin la música que he escuchado, sin las películas que he visto. Recuerdo quedarme mudo tras la lectura de un libro y ver pasar los días sin poder empezar uno nuevo, abandonarme durante horas con la música en mi cerebro, ver la vida en blanco y negro y querer atravesar la pantalla hacia otra vida posible. Esos momentos de ensimismamiento, de paz, de iluminación, de razón y verdad son más reales en mi conciencia que cientos de horas vividas con el desasosiego de perderlas. Confunde uno en el recuerdo personajes con autores, compositores, intérpretes, actores y directores. Son amigos, referentes y maestros que se han ido incorporando a nuestra existencia. Miro hacia atrás y los veo. Su recuerdo es parte de lo que soy ahora y tengo la suerte de tenerlos siempre a mano. Puedo tocarlos, leerlos, oírlos y verlos. Ellos permanecen idénticos. Yo soy el que ha cambiado. Ellos son mi geografía y mi biografía. Cuando nos preguntan sobre nuestra vida, nos limitamos a contar dónde y cuándo nacimos, en qué ciudades hemos vivido y qué trabajo tenemos. Datos, nada más que datos. ¿Qué es lo que verdaderamente nos define? Unos dicen que la lengua, otros el paisaje y los más inspirados, la infancia. Yo me siento mejor explicado si hablo de libros que cayeron en mis manos, de músicas que abrieron mis sentidos o de películas que me enseñaron que la realidad no siempre es de carne y hueso. Con el paso del tiempo son innumerables los ejemplos que se amontonan en nuestros recuerdos. Al final, lo mismo que con amigos o amores, sólo unos cuantos permanecen a nuestro lado. De vez en cuando se produce la magia de un nuevo encuentro y nunca nos cansamos de celebrar esa llegada. Cuando es así, le damos cobijo, lo guardamos con cuidado en nuestro fuero interno. El tiempo dirá si permanece o se desvanece por los resquicios del alma.

¿ Cómo dejar fuera de mí todo esto? Casi todos los momentos importantes de mi vida tienen una banda sonora, imágenes y palabras impresas que me han ido marcando el camino, enseñando y emocionando. Todo cabe en una maleta. Es poco peso para llevar encima. Ligero equipaje que, sin embargo, deja huellas indelebles, tatuajes en el alma que uno lleva orgulloso del mismo modo que se presume de buenos amigos. Son amigos íntimos de los que no sabemos si hablar o quedárnoslos para nosotros solos. Ambiguo sentimiento que lucha por decidir si compartir o no nuestros más queridos secretos. Son parte de mi vida, viven dentro de mí y me acompañan. Sé que hubo y que habrá muchos más. Cuando uno los enumera y no hace esfuerzo alguno por recordarlos es porque están a flor de piel, asoman solos por los poros y los sentimientos. Palabras, imágenes y sonidos que son tan nosotros como nuestros pensamientos. Soy incapaz de pensar cómo sería yo sin ellos, puesto que no sería yo, sería otro, y a ese otro no le conozco.
Somos también otras cosas, somos a veces paisajes, lugares, luz y cuatro paredes. Somos aquellos a quienes queremos, somos amigos y en algunos casos, pocos, somos nosotros.
Deja un comentario