Mi antiguo jardín ocupó muchas horas de mis días y de mis noches. Pensé que aquel era mi lugar en la tierra, mi sitio en el mundo. Aún recuerdo sus colores, olores, luces y sabores. Siento nostalgia a veces. Lo siento tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
Ahora vivo en otro jardín, no es igual pero cada día que pasa lo hago un poco más mío, más casa. Sus colores los asemejan. Aquel más verde, este más piedra. Aquel más sombra, este más luz. Aquel paisaje infinito, este paisaje cercano. Los dos, espero, lugares en el mundo que yo he escogido. Para estar, para vivir.
Estos días estoy solo y por las mañanas me siento a la mesa del porche y trabajo. Levanto la vista y observo con admiración la vida que silenciosa me acompaña. Un abeto azul al frente, un olivo a mi derecha y dos granados creando la sombra que me cobijará cuando descanse. Al fondo una higuera casi llena. Lavanda, tomillo, lovelias, geranios. Orégano, hierbabuena y crasas. Todo me rodea. Vida y color que hacen que mi trabajo se aligere. Que mi despacho de verano sea, tal vez, el más hermoso del mundo.
Escribo esto sentado a mi mesa en la sombra. Ya se me ha echado la tarde. La luz es más dorada. El viento se ha levantado. Escribo y miro. Miro y escribo de lo único que ahora importa. Luces y colores que todo lo llenan. No hay sitio para más en mi cabeza. Sólo quiero ser ojos.
Absolutamente hermoso.
Alive and kicking! ¡Qué sorpresa! Dos palabras. Adverbio y adjetivo que juntos impresionan. Está haciendo uno de los peores junios que recuerdo. Lluvia y gris. Gris y lluvia. Me acabo de asomar de nuevo al jardín y la luz ha aligerado el peso de la sombras.
Welcome back! Pensaba que ya sólo te movías por espacios tridimensionales.
Nunca me he ido, independientemente de la apariencia. 🙂 Gracias por la sorpresa y la bienvenida.
Hágase el resto de la luz!
De nada.
La luz trato de captarla, como siempre.