Belfast

Belfast es un regalo precioso que habría que ser muy egoista para no compartir. Belfast te deja sentado en la butaca, detestas que se enciendan las luces de la sala, no te quieres ir. Belfast es la infancia que todos quisimos tener. La infancia como patria. La infancia como lugar donde volver. Belfast es una sonrisa en la boca. Belfast es familia. Belfast es música. Belfast es nostalgia. Belfast es Kenneth. Belfast es Van. No se puede pedir más.

Infancia, nostalgia, familia, recuerdos, felicidad, pasado, presente, identidad, engaño, fábula, memoria, orígenes, realidad…. Tantas cosas me vienen a la cabeza cuando recorro esas calles de Belfast, cuando el blanco y el negro esconden todos los colores de la memoria.

Sé que no está bien pero, por una vez, me voy a citar a mi mismo. En el fondo sé que siempre me cito pues siempre uno habla de lo mismo. En este caso todo se me mezcla con lo que un día yo escribí, y ahora releo. No cambiaría ni una coma.

No sé que pensaría Kenneth, no sé que pensaría Van si lo leyeran. Lo que sí sé es que yo, después de volverlo a leer, sigo pensando lo mismo pero no dejo de tener la sonrisa pegada en la boca que Belfast me ha regalado.

Reivindico la libertad de no identificarme, de tener muchas aristas, de transformarme y de decidir quién soy en cada momento. La identidad no es un número de serie, no es un color ni ninguna bandera. La identidad no es mi lengua, no es mi ciudad, no es mi país ni ninguna otra tierra. Mi única identidad soy yo. Sea eso lo que sea. «

No soy pelirrojo, pero no tengo ninguna duda. Belfast soy yo.

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