¿Qué tiene de especial haber nacido en un lugar concreto? ¿Qué raíces nos atan a los orígenes? ¿Por qué se nos hace necesario buscar una identidad? ¿Por qué pintamos nuestros genes con los colores de una bandera? Si la identidad son sólo recuerdos, ¿qué somos realmente en el momento presente?
Tener grabados en la memoria paisajes y calles, casas y rincones es algo natural. La memoria es selectiva y al recordar deformamos la realidad que entonces vivimos. Es natural, también, que yo imagine ahora una infancia donde todo estaba en su sitio, donde nada necesitaba.La infancia, vista desde el presente es el único momento sin pasado, no hay recuerdos más allá de la infancia y por eso la contemplamos como auténtica, como única. Por eso queremos hacer de ella nuestra patria. ¿Es esa mi identidad?
Es lógico que añore la casa donde nací, el olor de los sábados al mediodía, el sillón donde me sentaba y la cama cálida donde dormía. ¿Es esa mi identidad? El recuerdo deformador y selectivo inventa para mí un mundo que imagino sin fisuras, un lugar seguro que deseo me marcara de por vida. ¿Es eso mi patria? La identidad no es más que un deseo frustrado, es un necesidad creada para obtener seguridad. De la misma manera que me refugio en el grupo para sentirme protegido, para no enfrentarme cara a cara con mis dudas, necesito sospechar que soy alguien marcado de antemano, esculpido por fuerzas inabarcables que han hecho de mi lo que soy . Confundo el agradable recuerdo de un ayer inventado con una identidad que me conforma y que, inexorablemente, me lleva a sentir siempre carencias en el presente.
No entiendo sentir amor por unos colores, vibrar de emoción por un himno, matar por un pedazo de tierra. No entiendo sentirme diferente por hablar otra lengua. No entiendo la sacralización de las costumbres. No entiendo sentirme bien aquí y ahora por lo que fui en el pasado.
Confundimos la añoranza de un paisaje, el mar que ya no vemos, las calles que recorrimos, la luz en la que crecimos con nuestras señas de identidad. Creemos que esos sueños nos marcaron a fuego su impronta. El paisaje nos gusta porque pensamos que fuimos felices cuando lo vimos, el mar es un color que cambia, las calles nos llevaban siempre a casa y la luz acostumbró a nuestros ojos a ver de determinada manera.¿Por qué importa más eso que mis genes? ¿Por qué más que los libros que he leído o la música que he escuchado? ¿Por qué tenemos que esperar siempre al futuro para sentirnos identificados en el pasado? La identidad siempre es pasado; la lengua de nuestros mayores, la historia de nuestro pueblo, la guerra que no vivimos, el dios en el que no creemos. La identidad es el bastón en el que nos apoyamos para deambular por el presente.
La identidad es peligrosa, nos hace rechazar lo que la pone en duda, lo diferente. La identidad es envidiosa y muchas veces asesina.
La poesía es útil cuando sabemos que es poesía. Las metáforas son bellas porque son puro artificio. Confundir, de verdad, los dientes y las perlas es pura tontería. La identidad como poesía podría ser tenida en cuenta. Allí guardaríamos nuestra infancia, nuestras primeras palabras, los cuentos que nos leyeron, los caminos que recorrimos, los colores del campo, la guerra de los abuelos, la bandera que bordaron, la historia que nos contaron, los sueños que soñamos. La identidad como pilar de nuestra existencia, como cuatro paredes que nos encierran es tremendamente peligrosa. La identidad es frustrante y neurótica; siempre vemos amenazas que la ponen en peligro. Nos sentimos constantemente atacados, existimos para mantenerla y defenderla, vivimos en la añoranza de la identidad perdida. La identidad nos consume.
Somos ahora. En el pasado sólo fuimos. No somos uno sino muchos. Es bello recordar lo que creemos que fuimos. Es, a veces, un descanso. Yo no soy mi padre. Mi hijo no ha de ser yo. La identidad es múltiple y cambiante. En ella se juntan la ciudad en la que nací y la que más tarde descubrí. A ella se unirá la que mañana conoceré. Hay libros que me enseñaron a leer. Hay recuerdos que nunca olvidaré. Heridas permanentes, palabras grabadas en la mente, películas que me hicieron vivir, amigos a los que ya nunca veré. Hay muchas cosas que también olvidé. ¿Es eso mi identidad? ¿Es esa mi verdad?
Reivindico la libertad de no identificarme, de tener muchas aristas, de transformarme y de decidir quién soy en cada momento. La identidad no es un número de serie, no es un color ni ninguna bandera. La identidad no es mi lengua, no es mi ciudad, no es mi país ni ninguna otra tierra. Mi única identidad soy yo. Sea eso lo que sea.
PS: Mañana es fiesta en mi ciudad. Es el día del patrón. Desde esta noche a las doce sus habitantes vibran de emoción al escuchar su himno, al ver izar su bandera, pasean con orgullo sus colores. Se oye ruido por la calle. Todos cantan.Todos se miran y se sienten uno. Mis vecinos ríen y se abrazan. Se oyen gritos de celebración. Se sienten en casa, en su infancia, en su patria, en su tierra, en su pequeño mundo por unas horas perfecto. El pasado es hoy. No existe por unas horas mañana.
Prueba girasol hecha. Espero opinión.
Hola, Karen me mandó a verte. Me ha costado mucho encontrar un link, de hecho, he visto que prácticamente no los usas en tus entradas…. No es el tipo de pétalo que tenía en mente, me refería a uno vivo, no a uno prensado entre las páginas de un libro…. sin embargo, creo que es el tono perfecto para iluminar el texto sin que haya que usar anteojos de sol para verlo. ¿Qué te parece a ti?
Aunque…… no sé, quizá dos toques mínimos: uno de saturación y otro de rojo o magenta tal vez…?
Me picó la curiosidad con el color del pétalo del girasol. Además la combinación del blanco y el amarillo me gusta mucho. He pasado un rato mirando girasoles y tienen toda la gama entre el amarillo más pálido y el naranja. El amarillo pálido no me gusta. El amarillo de los girasoles que son totalmente amarillos me daba un resultado demasiado brillante. Al final me he decidido por un pétalo de girasol en un día nublado. A mí me gusta. Sé que si sigo probando me voy a ir hacia el amarillo-naranja. La cocina de mi casa es una mezcla de amarillo y rojo, con más amarillo y da un color amarillo-naranja durante el día y naranja-amarillo por la noche. (El resto de la casa es más mínimal, digamos que es un blanco ligeramente manchado).
A lo que iba. Me preguntas si me gusta y la respuesta es sí.
Hoy he tenido que poner un límite a mi investigación sobre los girasoles. Tan concentrado estaba que hasta se me ha pasado la hora de cenar. Acabo de hacerlo. He vuelto ahora a ver el resultado y lo confirmo: me gusta.
¡Excelente! ¡Imprímase entonces! (-: Me estoy volviendo loca con el blog pagado…. te pediré una mano, mejor dicho un ojo, pero me temo que ya será mañana. Yo también le tengo un odio particular al amarillo pálido. Gracias por toda la info cromática. Love it.
Tendré el ojo listo y las gafas color vino relucientes.