Las navidades se fueron tan rápido como vinieron. Finaliza enero y me enfrento a un nuevo año con cara de pocos amigos. Desde mi ventana se ve caer la noche en mitad del invierno. El frío y la lluvia hacen de mi casa refugio. Color entre tanto blanco, gris y negro. Enciendo las luces y entre ellas me siento mejor, más cómodo. Música de fondo.
Hace unos días murió la madre de un amigo. Noventa y nueve años. Se apagó en pocos días. Simplemente se fue. Muerte plácida y dulce de quien ya vivió lo suficiente. ¿Podremos escoger alguna vez cuándo, dónde y cómo morir? Mi madre cuando murió ya no era mi madre. Dejó de serlo poco a poco. Se fue olvidando de ser. Yo celebré su muerte porque ya no era mi madre. Era carne, piel y huesos. Ni un hálito de vida.
A veces mi trabajo se me hace cuesta arriba. Creo que he cerrado un círculo y no me apetece recorrerlo otra vez. Es una mala sensación. La duda y cierta desazón se apoderan de mí. Es difícil dudar cuando el esfuerzo requiere de tanto entusiasmo. No sé si ya lo tengo. Despertar e iniciar un nuevo día sólo para completarlo, para cumplir con el tiempo es triste y descorazonador. Soy cada vez más egoísta con el tiempo. Lo quiero para mí.
¿Dónde se está mejor, en la rutina tranquila y algo aniquilante o en el cambio y movimiento? Nunca lo sé del todo. Siempre se quieren ambas cosas a la vez. Correr para luego detenerse. Marcharse para volver. ¿Cuál es el momento mejor, la ida o la vuelta? Qué fácil se olvida lo nuevo. Cada vez me cuesta más desprenderme de mis libros, de mi mesa o de los caminos y calles tantas veces recorridos.
La enfermedad que más temo es la nostalgia. Es tan fácil caer en ella y tan difícil abandonarla. Estamos hechos de recuerdos y cuanto más tiempo vivimos más recordamos. Mi vida comienza a ser más ayer que mañana. Caer en la tentación es demasiado sencillo. Tengo dos hijas, una vive a seiscientos kilómetros y la otra piensa ya en volar. Tienen, cruzo los dedos, mucho más mañana que ayer. Irremediable nostalgia.
El silencio que antes anhelaba, ahora a veces me asusta. Se siente amenazante. Duele. Impone saber que ya no controlo su duración. Ya no es un invitado. Viene cuando quiere y se queda, en ocasiones, demasiado tiempo. En medio del silencio puedo, aún y todo, oír voces, pasos, y músicas que nuca se fueron. Están ahí para salvarme.
Mirar fotografías empieza a ser doloroso. Es recurrente caer en ello. Inevitable sentir punzadas que hieren a través del tiempo. Están siempre allí pero cada vez más lejos.
Con la música, sin embargo, siempre estoy buscando. Busco cosas nuevas y cuando descubro algo interesante lo celebro como un tesoro hallado en tierras desconocidas. Lo desentierro y lo agradezco.
Los libros permanecen. Siempre están conmigo. Me son fieles y yo a ellos. Es lo que más me gusta comprar, tener y tocar. Cuando pienso en un objeto, en algo hecho por el hombre, siempre aparece un libro.
Es noche cerrada. El viento sopla y trata de atravesar los intersticios de las ventanas. La lluvia se oye ahí fuera. Estoy dentro, estoy en casa. Sentado en mi silla vieja. Rodeado de fotografías y de libros. Las miro y los toco. Pienso, vivo y recuerdo.
Escucho una canción y escribo estas palabras sueltas.
¡Cómo me identifico con tu texto! «Soy cada vez más egoísta con el tiempo. Lo quiero para mí.» También tengo ese afán (lo he tenido siempre) de descubrir algo nuevo en la música, he acumulado infinidad de cedés de compositores contemporáneos todavía desconocidos de casi toda Europa que me han proporcionado agradables sorpresas. Tu texto es un reflejo claro del paso del tiempo, coincide con mi sensación. Se me han olvidado muchas cosas, pero algunos recuerdos, los más entrañables e importantes, reaparecen repetidamente en mi maltrecha memoria. Suelo leer y releer viejos libros que han ido llenando mi biblioteca, necesito deshacerme de muchos por falta de espacio, y cada vez que lo hago siento una puñalada, más o menos profunda, en el corazón. Sin ninguna duda, tenemos mucho más ayer que mañana: es ley de vida.
(Confieso que me he mantenido durante mucho tiempo alejado de tu blog. También he descuidado bastante los míos. Acabo de publicar un post sobre las relaciones entre Hungría y Bizancio (http://impedimentatransit.blogspot.com/2019/01/las-relaciones-entre-hungria-y-bizancio.html): mi curiosidad sigue siendo infinita,)
Hola Albert,
Tiempo hacía, es verdad, que no nos encontrábamos. El tiempo, siempre en el centro de todo. Cuánto más avanza más tiempo dedicamos a él. Cuando nos detenemos, surgen los recuerdos y con ellos la vida. Los recuerdos se hacen cada vez más presentes. Es fácil, por eso, caer en la nostalgia y abandonarnos.
El tiempo se vivió pero está ahí también para vivirlo. Libros y músicas nuevas nos esperan. Tambíén tus nuevos escritos, que como hoy, me dan una grata sorpresa. Parto raudo para Hungría. Allí nos vemos.
Salud!
Un agradable reencuentro, sin duda, que me complace. Sobre el concepto de tiempo he reflexionado mucho: ¿no crees que el tiempo es inmóvil, está ahí desde siempre, y somos nosotros los que pasamos por él, lo atravesamos? Sin embargo, un escritor húngaro establecido en París y excelente traductor de literatura húngara al francés, Ferenc (François) Fejtö, tituló sus memorias así: «Où va le temps qui passe?» (‘¿Dónde va el tiempo que pasa?’): era la pregunta que una vez le había hecho una niña y que me parece un título hermoso para un libro de memorias. En mi mismo blog hay una entrada sobre el concepto de tiempo en África (lo puedes encontrar buscando «tiempo» en el índice).
El tiempo, siempre lo he pensado,es el más transcendente de los inventos humanos. Desde que vivimos en él somos conscientes de que se nos acaba. Conocer ese fin nos hace estar vivos, conscientes de nuestra existencia. Se puede decir que antes del tiempo no había nada. Con él llegó la vida y con ella la muerte. Saber que vamos a morir da sentido a nuestra existencia.Todo gracias al tiempo. Invento terrible y poderoso. Nos trajo el futuro, nos regaló un pasado en el que demasiadas veces quedamos atrapados y nos permite vivir el presente que también, demasiadas veces. olvidamos.