La emancipación del ser humano sólo puede venir a través de la libertad y de la justicia. La racionalidad tradicional ponía en primer término a la técnica y a la ciencia pero olvidaba la razón práctica, esa que nos hace ocuparnos de temas morales y políticos. El individuo necesita ser el centro como primera condición, siendo la segunda la relatividad de la moral.
La emancipación sólo es posible si hay consenso entre seres humanos. El consenso sólo tiene cabida después de la comunicación y la comunicación es indisociable del lenguaje. Las decisiones morales y políticas no son irracionales. Surgen de la autorreflexión de los individuos. Con la ayuda del lenguaje nos comunicamos, interactuamos, se da una acción comunicativa y llegamos a consensos que marcan las reglas del juego: nuestras obligaciones.
La razón científica observa la realidad y hace pronósticos sobre los fenómenos que observa. Los pronósticos pueden ser verdaderos o falsos. Los éxitos y fracasos vienen dados por el acierto o no de los pronósticos efectuados. La razón científica separa, porque así quiere hacerlo, la teoría de la práctica. Encumbra la técnica. Abandona lo moral y lo político por no seguir el método científico.
Pues bien, sólo cuando se da la comunicación entre seres humanos, sólo cuando buscamos llegar a un consenso, sólo cuando el lenguaje utiliza los mejores argumentos podemos llegar a acordar normas sociales, reglas aceptadas por todos alcanzadas gracias a la comunicación lingüística. Las normas, así consensuadas, sólo tienen validez si hay reconocimiento entre los individuos, si hay aceptación de que las obligaciones nos alcanzan a todos. Sólo así son posibles libertad y justicia.
El objetivo de la comunicación entre individuos, el objetivo del consenso libre de coacción es la emancipación.
Sólo seres emancipados, sólo seres que reflexionan y se comunican entre sí pueden criticar el poder vigente en cada momento.
Ciencia sí, técnica que dignifique la vida humana también. Progreso siempre. Pero cuidado con la ciencia que se olvida de la razón práctica, que se olvida de la comunicación intersubjetiva entre individuos, que olvida que la moral y la política no son fenómenos observables sobre los que lanzar pronósticos.
Necesitamos relaciones interpersonales, conocimientos compartidos, acuerdos tomados desde la confianza mutua, decir lo que se piensa, no mentir y atenerse a un conjunto de normas aceptadas por todos o casi todos.
Si no, tendremos herramientas, máquinas y mano de obra, tendremos materias primas pero no tendremos pensamiento. Sin él no habrá individuos ni progreso verdadero, no habrá crítica ni libertad. Seremos meros instrumentos.